Ruiz Healy Times : El poder político se gana en las urnas, no en las calles


El presidente Andrés Manuel López Obrador

Eduardo Ruiz Healy

Elecciones copiosas en 2018

Nunca he sido un partidario de Andrés Manuel López Obrador. Ni antes ni después de que ganara la presidencia de la república.

En 2000 estuve en contra de que se aceptara su candidatura a la jefatura de gobierno del Distrito Federal en vista de que no había residido un mínimo de cinco años en la Ciudad de México, que era una condición que debía cubrir cualquier candidato al cargo.

Pero el Instituto Electoral del Distrito Federal aprobó su registro y después de que ganó la elección del 2 de julio de 2000 reconocí su victoria y le deseé suerte.

Durante su gestión me opuse y critiqué muchas de sus decisiones que aquí no tiene caso enumerar. También apoyé las que mi juicio fueron sus buenas acciones, sobre todo a favor de los defeños más pobres.

 

Miguel De Lamadrid Hurtado

Estoy convencido que desacató la orden de un juez y por lo tanto violó la Constitución y varias leyes y códigos.

Fue desaforado en abril de 2005 y luego la PGR, que entonces estaba al mando de Rafael Macedo, decidió no actuar contra él, a pesar de que al hacerlo también desobedecía varios preceptos constitucionales y legales.

Como candidato de la Coalición por el Bien de Todos (PRD-PT-Convergencia) compitió y perdió por estrechísimo margen la elección de presidente de la república en julio de 2006.

Critiqué y condené a más no poder su orden de bloquear durante 47 días el Paseo de la Reforma, lo que ocasionó que las 35 mil empresas cercanas a la avenida perdieran casi 8 mil millones de pesos y que casi cuatro mil personas se quedaran sin trabajo.

ACUSACIONES

POR OPINAR

Tampoco apoyé su candidatura en 2012… ni en 2018.

Meses antes del 1 de julio de 2018 dije que iba a ganar la elección presidencial y de inmediato muchos me criticaron por hacerlo, acusándome de haberme vendido.

El día que ganó lo reconocí como presidente de México y jefe del Estado mexicano y, por lo tanto, mi presidente. De nuevo fui objeto de insultos y amenazas por quienes no lo quieren.

Durante su primer año de gestión mantuve una posición mesurada y me abstuve de criticar con mi acostumbrada vehemencia sus malas decisiones. Después de todo, había que darle el beneficio de la duda.

A partir del 1 de enero pasado manifiesto constantemente mi inconformidad con su gobierno, sus acciones y decisiones. Pero también expreso mi beneplácito cuando considero que algo está haciendo bien.

José López Portillo

Trato, hasta donde me permiten mis conocimientos y experiencia, de ser lo menos subjetivo posible cuando me refiero a Andrés Manuel y su gobierno, algo que aparentemente le es muy difícil a la mayoría de los mexicanos.

Y así como me opongo a mucho de lo que no me gusta de él y su administración, también estoy en contra de esos mexicanos mal resentidos o ignorantes que buscan derrocarlo a pesar de que fue electo democráticamente por una mayoría de los mexicanos.

Me opongo a quienes en el nombre de la democracia quieren acabar con su gobierno. Ellos no son demócratas porque aparentemente sólo aceptan los resultados de una elección cuando gana su candidato.

En una democracia el poder político se gana en las urnas y no en las calles.

Por todo lo anterior, seguiré señalando todo lo que no me guste de la 4T, pero defenderé, también sin dudarlo, el gobierno constitucional y legal que preside Andrés Manuel López Obrador.

¿CUÁL ES EL OBJETIVO NACIONAL?

Carlos Salinas de Gortari

El 20 de agosto de 1998 escribí esta columna en ¡Buenos Días! Fax/Internet que fundé en 1995 junto con mi inolvidable amigo, Gustavo Alatriste.

El título de esa columna, al igual que esta, era la pregunta: ¿Cuál es el Objetivo Nacional?

Entonces escribí:

“¿Hacia dónde se dirige México? ¿Cuál es el destino de nuestro país? ¿Qué proyecto de nación rige las decisiones y acciones de nuestros gobernantes?

“Hasta la llegada de la tecnocracia neoliberal, la mayoría de los mexicanos aceptábamos, unos más y otros menos, los principios de la Revolución Mexicana. Nos sentíamos herederos de lo que nuestras autoridades se encargaron de definir como la primera revolución social del siglo que termina. De alguna manera considerábamos que era lógico que la tierra fuera de quien la trabaja, que era de elemental justicia que la seguridad social protegiera a todos los habitantes del país, que era natural que la educación fuera gratuita y laica, que era necesario que existiera una división entre el Estado y las iglesias, que el consumismo era un pecado del capitalismo yanqui. En fin, teníamos la idea de que el país lo estábamos construyendo todos, bien o mal, para dejarle algo mejor a las generaciones venideras. Esta sensación prevaleció hasta mediados del frívolo lopezportillato, si bien ya se había debilitado como consecuencia de las chifladuras del echeverriato.

“Con Miguel de la Madrid se perdió por completo el rumbo. Empezó a sentirse que el país iba a la deriva.

Rafael Macedo de la Concha

“Carlos Salinas, mediante el gasto de cientos de millones de dólares en campañas de publicidad, substituyó los ideales de la Revolución de 1910, muchos de ellos ficticios pero sentidos, por otros, más modernos pero igualmente ficticios y, peor aún, ajenos a la realidad y mentalidad del mexicano común y corriente. “Durante el salinato, la idea de que la tierra debería ser para los campesinos fue reemplazada por la que afirma que debe ser de las agroindustrias que tengan mucho capital, que la seguridad social debe ser privatizada, que la educación de calidad sólo pueden proporcionarla los particulares, que las iglesias no sólo pueden sino que deben participar activamente en el campo de la política, que hay que comprar y comprar para así ser consumidores reyes del mercado.

“Al desprestigiarse Salinas como resultado del derrumbe económico de diciembre de 1994, se vaporizaron los nuevos ideales y objetivos.

“Ahora, sin ideales revolucionarios nacionalistas o capitalistas importados, el país no tiene un proyecto definido. El discurso oficial genera la percepción de que el objetivo nacional es incrementar el PIB en un determinado porcentaje, frenar el crecimiento de la inflación y de las tasas de interés, cuidar que no se exceda el déficit público. En fin, satisfacer metas macroeconómicas con las cuales pocos pueden relacionarse.

“Los mexicanos, todos y no sólo los miembros de la clase política, debemos empezar a discutir que tipo de país queremos, sobre cuáles bases ideológicas lo vamos a refundar, hacia dónde lo queremos llevar.

“No podemos seguir como vamos, hacia ningún lado”.

Las preguntas con que inicié mi columna hace casi 22 años siguen siendo válidas porque nadie de la 4T ha podido contestarlas plena y satisfactoriamente, por lo menos para mí.

 

MÉXICO REQUIERE HOMBRES

 Y MUJERES DE NEGOCIOS

Durante mi vida he tenido la oportunidad de conocer a muchos empresarios y ejecutivos y de colaborar con algunos de ellos. La gran mayoría son, o en vida fueron, personas honorables, honestas, decentes y trabajadoras; hombres y mujeres que han invertido su tiempo o su dinero o ambos para crear y hacer crecer un empresa; individuos que han aportado sus ideas, talento y creatividad para generar riqueza, empleos, productos y servicios que satisfacen todo tipo de necesidades humanas; individuos que, en muchas ocasiones, han sacrificado su vida familiar, pasatiempos, salud y, a veces, hasta la vida, para convertir en realidades concretas sus sueños; mexicanos y extranjeros que se la han jugado no solo por ellos, sino por México, generalmente en un ambiente hostil y burocrático creado por un sistema que lo fácil lo vuelve difícil y lo difícil casi imposible.

Las protestas del 2006

Empresarios y ejecutivos que, pese a todo y contra todo, han creado negocios honestos y generado trabajos que han permitido a millones de mexicanos vivir decorosamente y, en ocasiones, hasta rodeados de lujos.

Algunos han prosperado, a veces más de lo que jamás se imaginaron; otros han fracasado. Hay quienes superaron un mal momento, otros siguen luchando por salir de la barranca en que cayeron, unos más, desafortunadamente, no pudieron salir.

Por fortuna, son estos hombres y mujeres de negocios los que prevalecen en nuestro país.

Los que son defraudadores, indecentes, deshonestos, tramposos y mentirosos constituyen una minoría. Muchos prosperaron gracias al apoyo recibido por quienes ocuparon u ocupan importantes cargos públicos.

Entre ellos están los que fraudulentamente o por ineptitud quebraron sus empresas y que después fueron rescatados por burócratas que demostraron ser muy espléndidos al entregarles el dinero que originalmente fue de los que pagaron impuestos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador critica constantemente, pero sin identificarlos, a estos traficantes de influencias. Los acusa, a veces con razón y a veces sin ella, de haberse robado los bienes del pueblo, de generar riqueza y quedarse con ella, de aprovecharse de la “bondad” de los mexicanos y de explotar con codicia los recursos del país.

Siguiendo la línea de su dirigente o jefe, muchos morenistas y funcionarios de la 4T no dudan en expresar su desprecio hacia los empresarios y ejecutivos del país sin detenerse a pensar que casi todos ellos trabajan en empresas micros, pequeñas y medianas, y no grandes consorcios.

El bloqueo de 2006 en Paseo de la Reforma

México enfrenta gravísimos problemas y el gobierno no los resolverá sin la colaboración decidida de sus mujeres y hombres de negocios. Por eso, los morenistas y funcionarios deben dejar de agredirlos.

Una lista con los nombres de los vivales que se ostentan como empresarios ocuparía algunas páginas de este periódico; sin embargo, no alcanzaría el papel que hay en el mundo para anotar los de los emprendedores y ejecutivos que son éticos, morales, honestos y profesionales que cada día se la juegan por México y los mexicanos.

Una sociedad prospera materialmente sólo si tiene a hombres y mujeres dispuestos a crear y administrar empresas. Al impedirles trabajar y crecer, los populistas atentan en contra del bienestar del pueblo que supuestamente defienden.

 

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