Reportajes metropolitanos: De nuestros ancestros


Primer libro impreso en México por Juan Pablo

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Los primeros impresores fueron italianos.

En esta esquina del Centro Histórico de la CDMX se instaló la primera imprenta

El oficio de impresor de textos tuvo en Nueva España el sello característico de los italianos, quienes trajeron a América el elemento cultural que reavivó o caracterizó la vida cultural y artística del virreinato.

Giovanni Paoli (Juan Pablos), procedente de Lombardía, fue el primer impresor en el continente y se instaló en la ciudad de México en 1539 con permiso de establecer tipografía.

En ese mismo año publicó ‘La breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana’, y en 1544 editó ‘La doctrina breve’ del obispo Juan de Zumárraga, y la ‘Doctrina cristiana para instrucción de indios por la manera de Historia’ de fray Pedro de Córdoba.

Otro impresor fue Antonio Ricciardi, quien abrió el cuarto taller tipográfico de Nueva España y se convirtió en predilecto de los jesuitas, quienes le mandaban imprimir todos los documentos requeridos para la catequesis.

En 1577 imprimió ‘Los emblemas de Alciato’ y ‘Los tristes’ de Ovidio.

En 1579 ‘De Constructione octo partium orationis’ de Manuel Álvarez, además de la ‘Introducción en la dialéctica de Aristóteles’ de Francisco de Toledo y el ‘Tratado de la esfera’ de Francisco Maurolico.

La inmigración italiana fue muy insignificante en la historia de México si se le compara con otros flujos migratorios, pero dejó huella pues contribuyó a la vida cultural, política y económica del país, expuso Octavio Espíndola Zago, historiador por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Así eran los talleres de imprenta en la Nueva España

En una charla titulada “Proyectos de colonización: inmigración italiana siglos XVII-XX” que ofreció en el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), el especialista en historia de la cultura política moderna y contemporánea en Latinoamérica presentó un panorama sobre la inmigración italiana al país.

Dejemos a la historiadora Norma Vázquez Alanís, nos lo platique, con la alegría y buena prosa, como ya nos acostumbró.

Mencionó desde quienes llegaron con Hernán Cortés, hasta los que vinieron en la primera mitad del siglo XX, así como los proyectos de colonización que hubo durante el interinato de Manuel González, cuando el Ministerio de Fomento era encabezado por Carlos Pacheco Villalobos en el periodo 1881-83.

La ‘Fernández Leal’, hoy pueblo de Chipilo, en Puebla, es la única que sobrevive de las seis colonias de agricultores extranjeros establecidas con el propósito de “importar campesinos europeos que blanquearan la población.

(el gran sueño al que después dio forma José Vasconcelos en su libro ‘La raza cósmica’)

Y le enseñaran al indio mexicano cómo trabajar la tierra”, porque en el siglo XIX se consideraba que el natural de México no sabía hacerlo.

La mayoría de los italianos que emigraron a México venían del septentrión transalpino, o sea la parte norte de Italia que de los siglos XVI al XVIII se conoció como la gran Lombardía.

Amado Nervo

Y fue hasta la segunda mitad del siglo XIX y ya bien entrado el XX, cuando el flujo migratorio sufrió una inversión debido al proceso de industrialización del norte de Italia, mientras el sur vivió el atraso del campo y se convirtió en expulsor de labriegos.

Pero se trató de un flujo a cuentagotas, muy escaso si se compara con los demás extranjeros que llegaron a México. Las cifras lo demuestran: llegaron dos mil 400 alemanes, tres mil ingleses, 13 mil 700 españoles, ocho mil franceses y sólo dos mil italianos.

Spíndola Zago aclaró que usaría en su charla el término “italianos” por economía de lenguaje, pero según la precisión conceptual éste sólo se puede emplear a partir de 1881cuando los Estados Pontificios se incorporaron formalmente a la Casa de Saboya, la cual llevó a cabo la unificación de la península itálica.

En ese entendido, dijo que los primeros italianos que desembarcaron en territorio mesoamericano lo hicieron con Hernán Cortés y su huella se puede rastrear en las ‘Cartas de Relación’ del conquistador, en la ‘Historia verdadera de la conquista de la Nueva España’ de Bernal Díaz del Castillo, en la ‘Historia de las Indias y conquista de México’ de Francisco López de Gómara y en el Archivo General de Simancas, en Valladolid, así como en el Archivo General de Indias en Sevilla, donde muchos de sus documentos ya pueden consultarse en formato digital.

Según esos documentos el primero de los italianos fue Vicencio Corzo, conquistador y encomendero de Tamantli en el arzobispado del Estado de México.

El ilustre poeta en una de sus aficiones

Aparecen también Bartolomé de Chavarín, un genovés al que se cita así en las ‘Cartas de Relación’: “fue jinete en la conquista de la Tenochtitlan, lleva tres caballos, una cota de malla, un per punto de malla, casco, gorguera, yelmo y armas, en retribución se le otorgó encomienda en Jiquilpan, Jalisco”.

Giovanni Bautista de Grimaldo, un artillero genovés, presente en la toma de Tenochtitlan a quien se le asignó una encomienda en Pánuco y se avecindó en Colima.

Juan Siciliano, artillero combatiente en 1521 y dueño de una rica mina de plata en Pachuca llamada ´La siciliana’ en cuyo hundimiento falleció.

Conseguiremos más datos para llegar a la ciudad de Ravelo, ellos le dicen Ravello, donde se observa la isla denominada Capri y Ana Capri, sobre la costa Amalfitana. Entre Sorrento y Nápoles, frente al Vesubio.

YO TE BENDIGO VIDA

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Lo que hizo famoso a Nervo fue su poesía.

Temas religioso eran los mayormente
abordados por los novoimpresores

Incursionó en lo que, sin ser un movimiento, llamó “modernismo”, una desarticulada corriente poética tendiente a liberarse de las ataduras del pasado e incursionar en temas antes evadidos, entre ellos el erotismo.

Y tuvo tal éxito, que a los recitales asistían en multitud tanto los cultos como los analfabetos porque en sus versos “la belleza de los vocablos subordina por entero la fuerza de los significados”.

Es decir, son rimas agradables, digan lo que digan.

Recordemos al bardo Amado Nervo. Y que mejor que transcribir lo que nos platican en Pátinas del Tiempo.

Yo te bendigo, vida es un libro ilustrado con fotografías propiedad de la familia Padilla Nervo. La primera de ellas data de 1870, año en que nació el personaje, y aparece en brazos de quien parece ser la nana Juliana, una mujer autóctona de la región.

Él era descendiente de españoles.

Este tecleador es su lector frecuente, nos explica don José Antonio Aspiros Villagómez.

Nervo murió el 24 de mayo de 1919 cerca de los 49 años en Montevideo, y su cadáver llegó a México seis meses después. Multitudes le rindieron homenaje a su paso por diversos países y aquí mismo.

El Congreso de Uruguay lo designó “príncipe de los poetas continentales” y, como “la memoria (…) elige a unos cuantos escritores y los vuelve figuras trascendentales”, el “canon poético” los convierte, a su muerte, en objeto de la gratitud de la nación, con solemnes honras fúnebres, nombramientos de hijo predilecto y lugares con su nombre.

Casa natal de Amado Nervo en Tepic, Nayarit

Hace un año (24 de mayo de 2019) se cumplió un siglo de la muerte de Amado Nervo, y el próximo 27 de agosto será recordado en el ámbito culto de México, en el sesquicentenario de su nacimiento.

Nos fue preciso recurrir a la siempre útil Enciclopedia de México para determinar si Nervo fue nayarita como se le considera comúnmente pues, cuando nació en 1870, su natal Tepic había dejado de ser un cantón del estado de Jalisco para convertirse, por acuerdo de Benito Juárez, en un distrito militar, y luego en Territorio de Tepic bajo la presidencia de Manuel González.

El estado de Nayarit fue creado en 1917 a propuesta de Venustiano Carranza, apenas dos años antes de la muerte del famoso bardo. En su obra, Monsiváis usa apropiadamente el gentilicio tepiqueño, no nayarita.

En Yo te bendigo, vida, (primera edición en Ediciones Proceso, 2019, 189 páginas), su autor Carlos Monsivais, trata sobre la educación provinciana de Amado Nervo, quien aprendió con libros que todavía siete décadas después conocimos, tales como el Silabario de San Miguel y el Catecismo del padre Ripalda, además del Manual de Carreño sobre urbanidad.

Tenía 24 años cuando viajó a la capital del país y, sin dejar de valorar el conservadurismo provinciano pese al triunfo militar de los liberales, su formación y desarrollo se dieron en las ciudades de México, París y Madrid. Estos antecedentes influyeron en sus escritos, tanto periodísticos como literarios.

En las páginas de este libro también se abordan las temáticas preferidas por Nervo: su asombro por la “gran ciudad” de México y los encuentros y desencuentros del amor y la felicidad, y sus conceptos sobre París desde donde colaboraba con diarios mexicanos, incluidos sus anticlimáticos elogios a la torre Eiffel en 1900, cuando estaba amenazada de desmantelamiento.

Restos mortales de Amado Nervo llegaron a Veracruz en 1919

En Europa, Nervo se dedicó a la bohemia antes de ingresar en 1905 al servicio diplomático sin dejar el periodismo, y en 1910 se le prohibió escribir de política después de que en un artículo sugirió que el rey Alfonso XIII de España debería visitar México durante las fiestas del Centenario.

Pero se mantuvo en la diplomacia porque fue sucesivamente porfirista, maderista, huertista y carrancista. Institucional. Estuvo en la embajada en Madrid hasta que Venustiano Carranza lo retiró, pero después lo hizo ministro plenipotenciario en Argentina, Uruguay y Paraguay donde, ya enfermo, fue recibido con homenajes, brindis y recitales.

Nervo vivió durante casi once años con Ana Cecilia Luisa Dailliez, a escondidas por no estar sujetos a ninguna ley, según dejó constancia en La amada inmóvil, sentido libro escrito tras la muerte de ella en 1912, víctima de la fiebre tifoidea.

craveloygalindo@gmail.com