¿Rabia y enojo, ligados a la violencia de género, al machismo, a la misoginia?


Mujer furiosa

Ivette Rivera Abarca*

La rabia y el enojo, están asociados a conductas y actitudes tales como la hostilidad y son considerados mecanismos o dispositivos mentales de supervivencia.

El afecto la rabia y la emoción o enojo han sido, malentendidos en todas las culturas. Porque no sólo son malinterpretadas, sino que los conceptos mismos son confusos por el mismo hecho de que rabia y enojo se encuentran asociados de manera cercana, casi imbricados, en nuestro idioma.

La rabia es entendida popularmente y de manera simple como una forma mucho más intensa del enojo y es localizada en el extremo opuesto de un continuo imaginario; por su parte, el enojo mismo, es conceptualizado como una dimensión de significado que transita desde “una ligera irritación hasta la rabia o furia” (P. Ekman, Emotions Revealed, 2003).

La rabia: se origina en un estadío del desarrollo temprano del niño y no es, propiamente, una emoción sino un afecto primario con una función defensiva, relacionada al traumatismo psicológico que resulta cuando una persona está abrumada o sobrepasada, por lo cual se encuentra experimentando un tipo de sensación y que no puede integrar en su psiqué, pues aún no cuenta con las herramientas cognitivas desarrolladas.

La rabia, es un problema relacional en tanto el individuo afectado no contó, precisamente, con una relación de cuidado y atención en la infancia temprana (de cero a dieciocho meses), sin embargo las  investigaciones de los expertos han llegado a concluir que esta etapa se extiende hasta los 7 años, estos cuidados básicos que requiere una persona para crecer de manera sana son, afecto, apoyo, comprensión, conocimiento, reconocimiento, placer e inspiración.

Rabia, cortocircuito en el cerebro

La rabia, como efecto básico, resulta de cualquier estimulación continua y “densa”; esto es, excesiva en términos cuantitativos que, al ser reconocida por nuestro cerebro, echa a andar una serie de eventos electroquímicos que se trasforman para nosotros en la experiencia cualitativa del enojo.

El desarrollo de las herramientas psíquicas necesarias para el procesamiento de las experiencias de contenido sensorial, emocional, afectivo y racional, si no los recibe el pequeño o el niño por la ausencia del cuidador o la indiferencia, por ejemplo:

No protegerlo o exponerlo al ruido excesivo, no atender las necesidades como el hambre, cansancio o malestar físico, por lo cual no podrá generar el sistema de auto-cuidado, pre-verbal y pre-cognitivo, que funciona para asegurar la supervivencia física y psíquica del infante.

Cuando el medio ambiente que lo sostiene y apoya, falla y las necesidades del pequeño no son satisfechas, éste se manifiesta como un intenso llanto de llamada o de solicitud de ayuda y con ello refleja todas las gesticulaciones y movimientos desordenados propios de lo que se podría llamar rabia

Por otra parte, también es posible que la cantidad y calidad de experiencias traumáticas (entendiendo por trauma toda experiencia que no ha sido procesada), posteriores lo hayan aislado o alejado de sus ya adquiridas herramientas para el procesamiento de las experiencias.

La rabia y el enojo, son los polos de una dimensión afectiva en la que la rabia proviene de la estimulación cruda de nuestro componente biológico innato y es vivenciada como afecto “puro” en sí mismo, en tanto que el enojo se origina en la asociación del afecto con nuestra biografía, memoria y contexto cultural.

La rabia y el enojo, se derivan de las interacciones con nuestros semejantes y tienen, como todos los afectos, emociones y sentimientos, la función de comunicarnos a nosotros mismos cómo nos sentimos  y hacerle saber a los demás cómo es que nos encontramos de estado de ánimo. Esto es, tienen la crucial función de informarnos: vernos a nosotros mismos y también ser visto y escuchados frente a los demás.

Indispensable expresar afecto al bebé

La rabia, se refleja de manera brusca, cruel, como si fuese, un tornado o “cortocircuito” en el procesamiento de los datos de la experiencia en la que estemos inmersos, este corto-circuito, por llamarlo de alguna manera, no deja pensar con claridad y puede llevar a las personas a cometer actos que pongan en peligro la integridad propia y la de los demás.

El enojo, es “saludable” pues aporta energía para llevar a cabo cambios en aquello que nos está molestando, es un proceso diferente en contraste a la rabia.

Como todos los fenómenos afectivos, rabia y enojo “llaman” la atención del organismo de quien los experimenta y de aquéllos con los que está en relación en el sentido de que “algo” necesita cambiar: la situación que los ha estimulado.

La rabia y el enojo, en el lenguaje psicologico, son instrumentos: que nos movilizan para que las cosas sucedan, son los instrumentos del cambio por la enorme energía que aportan.

El enojo, puede ser experimentado: primero, como un sentimiento en tanto que es reconocido en la consciencia como tal; segundo, como una emoción cuando lo asociamos con memorias de eventos similares o análogos; tercero, como estado de ánimo cuando demasiadas memorias y pensamientos, de este tipo, persisten durante mucho tiempo; y, finalmente, cuarto, como trastorno o alteración cuando es parte de un cuadro clínico como, por ejemplo, la bipolaridad.

Todo lo dicho anteriormente tienen la intención de situar el  momento histórico para México, las mexicanas no expresamos hoy nuestras emociones  de la dimensión afectiva del enojo; en otros casos la rabia, por la displicencia o incapacidad de los encargados de proteger la integridad de las y los ciudadanos.

Estamos enojadas ante la indiferencia, la injusticia, el sistema político. Nos reafirmamos ante los ojos del mundo y a los propios, sabiendo que somos seres que acudimos a manifestarnos porque hemos comprendido que el silencio hiere, aprendimos la gran mayoría a no dejarnos utilizar para esos discursos políticos.

Pretendemos  convocar a todas y todos a promover  el cambio,  sabiendo que este comienza dentro de cada individuo para construir una sociedad justa e equitativa, el mejor camino, desde nuestro punto de vista, para lograrlo es a través de la reflexion.

El enojo que mueve a realizar cambios, primero dentro de cada una de nosostras a movilizarnos para alcanzar la equidad entendida como el derecho que cada persona tiene a cubrir sus necesidades físicas, afectivas, a ser libres para tomar sus propias decisiones, a pensar diferente, en pocas palabras toda persona  tiene el derecho a ejercer su libre albedrio.

¿La rabia y el enojo estarán ligados a la violencia de género?

*Licenciada en Comunicación Humana y Consultora Educativa en Semilogía de la Vida Cotidiana