Política Inconfesable: La realidad


Andrés Manuel López Obrador agradeciendo a los votantes

Rodrigo Villar

Quince días después.

El triunfo aplastante e inobjetable de Andrés Manuel López Obrador manifiesta que los actos corruptos, los engaños, las transas, la violencia, así como la actitud que los gobernantes aplicaron como forma de vida en el poder político, se pagan con el desprecio, el enojo, el castigo, la furia plasmada en las boletas electorales.

Las lecturas de lo sucedido el primero de julio son tantas, tan variadas, tan disímbolas, tan rimbombantes como sabiondas, que llama más la atención a la moderación, el apego a la pausa, a la serenidad, a la calma. Es sin duda un momento de profunda reflexión.

Hay que dilucidar que pasó, porqué sucedió así, y como habremos de caminar una nueva etapa de la vida republicana. Sin duda al triunfo electoral apabullante de Andrés Manuel López Obrador, no se le puede regatear nada. No hay nada que lo oscurezca.

Así de simple. Ganó y ganó muy bien.

Triunfo inobjetable

CERRÓ LA BOCA DE ALGUNOS…

Lo relevante es qué va hacer con la enorme confianza que le dio la mayoría de los votantes en el país. Y subrayo mayoría porque de los cuatro candidatos él solo obtuvo más que los otros tres restantes. Ni juntos se le podrían acercar. Con el triunfo en las urnas la anquilosada clase política y la cúpula económica quedaron mudas.

De este golpe que les propino la sociedad que cansada se concentró en las urnas, ni siquiera con una participación por encima de los records tradicionales en la elección presidencial, pero sí con la convicción de demostrar que su hartazgo llegó a un nivel superlativo, se revela la urgencia de hacer caso a la descomposición que el régimen neoliberal había firmado como sentencia de muerte en la frente de millones y mujeres pobres.

Ahora viene la reflexión, el darnos una pausa para reconocer que el camino del cambio en México será largo, difícil, con una enorme curva de aprendizaje por venir pues los retos son más adversos que nunca.

No hay que echar las campanas al vuelo. Sin duda festejar que se derrotó en una batalla al sistema es muy bueno. Pero estimado lector, el sistema político-económico sigue ahí.

El poder del voto llevo a López Obrador al triunfo

Las relaciones que se han enquistado a nuestro alrededor, entre los grupos políticos, los caciques, los empresarios, los mafiosos y los delincuentes, no se han extirpado de nuestra vida orgánica como sociedad.

Esto es un precepto de vida que no debemos de hacer a un lado. Andrés Manuel López Obrador, el luchador político y social que ha emprendido por más de tres décadas una tesonera lucha por llegar al poder no logrará remediar las cosas que nos han descompuesto.

Él no lo podrá hacer solo. El respaldo del pueblo será su mayor fortaleza.

No es momento de exigirle nada, ni de criticarle nada. Aún no es gobierno, aún no es, siquiera presiente electo. Es candidato ganador, sin que eso signifique que no haya ganado a todas luces la elección. A pesar de los que le han calificado de loco, mesias tropical, iluminado y lo que usted quiera y mande, ganó y ganó a la buena.

Ahora es el momento de recargar pilas, el desgaste la preocupación de unos y otros sobre el resultado electoral provocó cansancio, por qué no decirlo, propició visiones encontradas, y en algunos casos –quizá los más radicales, dio pie a divisiones y enfrentamientos irreconciliables.

Superar pobreza en México, un reto…

Lo que sí es obligación de todos, es tener altura de miras.

Si nos gusta o no,  Andrés Manuel López Obrador como presidente, es una valoración personal, individual que sólo el tiempo irá acomodando en el mundo real.

Lo indispensable es que todos los que fuimos a votar el primero de julio seamos consecuentes con nuestras ideas, ideologías, preferencias animosidades o desprecios, sin duda, pero lo más importante, por encima de esos que consideremos que lo importante viene en unos meses: mirar por el bien de la mayoría, porque viendo por el bien de la mayoría, cualquier minoría tiene garantizada su pervivencia. Y así, todos dispuestos a entregar nuestro mejor esfuerzo, conseguiremos que México tenga posibilidad de despuntar, de desembarazarse de las profundas heridas que han causado la corrupción, el enriquecimiento brutal de unos pocos, el empobrecimiento desquiciente de la mayoría, la codicia, el cinismo, la hipocresía.

Si nos convencemos de aplastar a esos grandes males, sin duda los grandes bienes no tardarán en expandirse a lo largo de las tierras que han quedado ahogadas por la desesperanza.