Política Inconfesable : El petardo Alfaro


Clemente Castañeda

Rodrigo Villar

 

Enrique Alfaro

Enrique Alfaro, es el gobernador de Jalisco.

Él como la mayoría de los políticos en México tiene su origen en los más rancio y corrupto del PRI.

En ese partido se formó, aprendió que el fondo es forma y una vez que el fondo de sus aspiraciones se precipitó en el año 2005 rompió con el Revolucionario Institucional, en esa búsqueda de poder y posiciones que son tan inherentes en algunos o de los muchos políticos mexicanos.

El trampolín para Alfaro fueron otros partidos políticos.

No importan las siglas, ideologías, programas, ni el arraigo.

Subyace el ansia de poder, el pensarse en un tlatoani que se encuentra por encima de todos. Así Alfaro utilizó al PRD, y viceversa el PRD lo utilizó a él para competir por esas -desgastadas siglas- en los procesos en los que contendió: al congreso local y la alcaldía de su pueblo, Tlajomulco.

Dante Delgado

Después, el PRD con todo y sus pobrezas -en las que se incluye la nefasta corriente de los chuchos, encabezada por los insignes Jesús Ortega y Jesús Zambrano- ya no lo dio el ancho a Alfaro, y por obvias razones un político sin escrúpulos como él, pues buscaría otras siglas para lanzarse como candidato a la alcaldía de Guadalajara, misma que ganó, y después, por qué no a la gubernatura del estado.

Así, arrojado, Enrique Alfaro se alió con un pseudo político y ex convicto veracruzano de nombre Dante Delgado, quien tenía su partido -de suyo, de su propiedad- de nombre Convergencia.

Ambos se necesitaban. El candidato con un arrastre creciente, y hay que decirlo, generado por el hartazgo de los habitantes de Jalisco, que durante décadas vivieron enterados de las corruptelas de los políticos priístas.

Dante Delgado, también de origen priísta, con cuna en aquel PRI autoritario e impositivo que floreció en aquellas tierras, fue gobernador de la entidad, y fue llevado a la cárcel por un enorme peculado en perjuicio de la hacienda local y del pueblo, sitio en el que estuvo soterrado un año con tres meses, por el desvió en su beneficio de 450 millones de pesos. Todavía ahora, él se pregunta a través de una campaña mediática, porqué fue encerrado.

Aristóteles Sandoval

Los dos personajes que se necesitaban. Alfaro contendió bajo las siglas de Movimiento Ciudadano (que antes se llamaba Convergencia) para la gubernatura de Jalisco en 2012, pero se enfrentó a un producto de la mercadotecnia priísta, Aristóteles Sandoval, quien era el remedo de Enrique Peña Nieto, copetón y con atractivo para las mujeres. Al verse perdido, Alfaro tuvo su premio de consolación al ganar la alcaldía de Guadalajara. En esas tres ocasiones se vio acompañado de Dante Delgado.

En 2018, la mancuerna Alfaro-Delgado rindió frutos y el primero ganó la gubernatura. Era obvio que los votos que obtuvo del tlajomulqueño le dieron aire al partido de Dante Delgado, tanto que a cambio le cedió la dirigencia nacional al gobernador, para recaer en un títere del mismo Alfaro, Clemente Castañeda.

A Alfaro, ese resultado le dio por pensarse como el oponente del presidente Andrés Manuel López Obrador. El problema es que su inconsistencia es la principal razón para desconfiar de él. No tiene ideología, se le identifica desde algunos sectores de la sociedad, se le cuestionan sus vínculos con los sectores más conservadores en Jalisco, y ahora, justo en medio de la emergencia sanitaria, le ha dado por oponerse a la estrategia de la administración federal para enfrentar los efectos de la pandemia por Covid 19.

Protestas en Guadalajara

Los golpes de realidad son contundentes, y ahora que esta lo tocó con las tozudas manifestaciones de jóvenes contra su gobierno, por la política del garrote que ha ordenado contra las personas que no usen cubrebocas, y el consecuente y lamentable homicidio del trabajador Giovanni López, a manos de policías de Guadalajara, Alfaro se desinfla como un globo aerostático.

Es tan elemental que su primera reacción fue acusar al presidente López Obrador, a quien endilgó la responsabilidad de los actos de violencia en el centro de la capital de Jalisco. Después, no le quedó remedio tuvo que dar marcha atrás con la mano en la cintura, y dijo que no, que el mandatario no tenía que ver, pero sí, puntualizó, el peso de la responsabilidad recaía en el partido oficial, Morena.

Nada le sale a Enrique Alfaro, así como su ascenso en política se ha precipitado en cinco años, su incapacidad para resolver un evento desafortunado en el ámbito de su responsabilidad, lo está exhibiendo como lo que es: un petardo.