Política Inconfesable : Compatible en tiempos de emergencia


Música de nuestro pueblo

Rodrigo Villar

 

Reconocer el trabajo de otras personas no debe ser ajeno a nuestra vida. A nuestro alrededor, cada día, cada hora, nos encontramos con mujeres y hombres que trabajan y despliegan su talento para labrarse mejores condiciones de vida, así sea en medio de la adversidad o en el extremo de ésta. Significan inspiración y despiertan nuestra admiración.

Esas personas tiene nombre y apellido, las reconocemos por sus oficios, por su trabajo o su desempeño social, económico o académico. Sobre todo en esta circunstancia tan compleja, incierta, en la que, aceptémoslo sin conceder, no sabemos que habrá de pasar mañana, descubrimos que hay más personas que emprenden en sus acciones cotidianas, grandes hazañas que nos asombran.

Ahí tenemos al tendero, a la verdulera, a la dueña de la tortillería, al zapatero, la familia que integra la banda que cada medio día se deja escuchar y su trombón nos hace identificar a lo lejos los temas musicales que nos han acompañado en nuestras vidas. Somos una comunidad, que hoy se manifiesta más cercana a nuestros orígenes indigenas. Donde siempre ha importado la pertenencia, la identificación mundana con nuestra siempre fértil tierra.

Así, reconocernos en los demás lo que nos acerca más a lo alto del espíritu humano.

Hemos caído en la cuenta de la fragilidad del ser humano. Nadie puede asumirse el rol de controlar las variables que un virus nos ha impuesto: el distanciarnos de los núcleos humanos, de nuestras familias, de los sitios donde laboramos.

Lo desconocido consiguió lo que nadie, paralizarnos, infundirnos miedo y un afán inaudito de conservar la vida.

En Oaxaca, tras semanas de confinamiento, he observado de cerca el comportamiento de nuestros políticos, y muy por encima de todos sobresale el del gobernador, Alejandro Murat Hinojosa. Hombre en quien deposité mi confianza, y no me arrepiento de haberlo hecho así.

 

Hace pocos días abrí un mensaje en las redes sociales. En el aparece el gobernador con su señora esposa, y uno de sus tres hijos. Nos relatan como cualquier familia, cómo en medio de la pandemia la señora le corta el cabello al esposo y al hijo. Así de simple.

Y así de simple es el mensaje. Alejandro Murat se muestra como una persona que se mide con el mismo rasero que el de cualquier habitante de Oaxaca. Incluso la bonhomía con que asume el resultado del corte, permite que nos retratemos en el mismo espejo. Y cómo no ha de ser así, si él es gobernador de carne y hueso.

Sabedor de que un político tiene responsabilidades muy elevadas. La principal, cuando ejerce funciones de gobierno, atender el interés superior que es la defensa y prevalencia del interés de la mayoría, en Alejandro Murat, hoy subyace -como así lo acreditan los hechos-, la determinación de poner por delante los valores que terminen con la pobreza que durante cientos de años ha oprimido la historia de nuestra región.

El gobernador Murat, que tiene una raigambre en las filas del PRI, ha resultado un talento en el manejo de sus relaciones con el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Por fortuna para los oaxaqueños, nuestro gobernante no optó por la vía más fácil: la confrontación – y a estas alturas tiene más de un cheque al portador a favor del régimen priísta-, y acertó el dialogo, la conexión de intereses con el Ejecutivo Federal, y la necesaria colaboración entre dos niveles de gobierno, que per se tienden a resolver problemas.

Esa postura, la de Alejandro Murat es de ponderar, de reconocer, de alentar, porque lo que requiere Oaxaca es empatía.

Necesitamos dejar atrás a los sátrapas que desean el retorno a las prácticas de imposición y violencia, que para bien de la mayoría dejó atrás el gobernador Murat.