Política Inconfesable: ¿Chivo expiatorio?


Rosario Robles Berlanga

Rodrigo Villar

El pasado jueves, el presidente Andrés Manuel López Obrador describió a Rosario Robles Berlanga como un chivo expiatorio. La aludida perteneció al grupo de defraudadores profesionales que gobernó México durante los años 2012-2018.

El tabasqueño fue cuidadoso al catalogar se esa forma a la ex maestra universitaria en la Facultad de Economía, cabeza de un grupo de alumnos que se apoderaron del movimiento estudiantil en la UNAM durante 1986 -entre ellos Carlos Imaz, Antonio Santos, Imanol Ordorika-, militante perredista, dirigente de ese mismo partido, jefa de gobierno en sustitución de Cuauhtémoc Cárdenas.

Carlos Imaz

En fin una hija pródiga de esa seudo izquierda que se instaló como contrapeso del poder priísta, herido de muerte a raíz de la movilización popular en 1985, producto del sismo de aquel 19 de septiembre. Escaladora sin igual a la cúspide del poder político, también abusó de él se involucró con otro farsante, el empresario Carlos Ahumada, con quien tejió una red de corrupción que generó uno de los mayores escándalos en detrimento de esa izquierda de postín.

Rosario Robles, al instalarse en el radio de Cuauhtémoc Cárdenas de quien fue su leal escudera, también se hizo de las enemistades del hijo del general Lázaro. Y una de ellas, fue obviamente Andrés Manuel López Obrador.

El hoy presidente, despuntó como un líder social de que se carecía en el espectro político de oposición. Abanderado de causas indígenas en su natal Tabasco, dirigente priísta en su estado, opositor al PRI, candidato perredista a la gubernatura, dirigente nacional del mismo y levantó una tormenta de celos en el inconsciente de Cuauhtémoc Cárdenas y por lo tanto en su alumna más adelantada, Rosario Robles.

Enrique Peña Nieto y Rosario Robles

Con los años, ella se convirtió en contrincante del grupo perredista que encabezaba López Obrador. Fue centro de la crítica de aquella tribu dentro del sol azteca, y en conjunto, unos por comisión y otros por comisión, polarizaron la vida interna dentro de su partido.

La señora Robles, acusando una campaña de descrédito y de denostaciones en su contra, decidió que abandonaba su partido -del cual fue fundadora-, y pronto encontró cobijo en las filas del PRI.

Fue en el Estado de México donde halló acomodo. Con mucha mano izquierda le vendió la idea al candidato a gobernador priísta Enrique Peña Nieto -empujada por su amigo Luis Videgaray Caso- de poseer clientelas en la entidad, que le retribuirían votos y así apuntalar un triunfo contundente.

Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano

Así resurgió la renovada y priísta Rosario Robles. En el equipo de Atlacomulco, donde conviven los dinosaurios priístas que terminaron por postrar al PRI, actuó en su beneficio, se acercó tanto a Peña Nieto que éste le concedió apoyo incondicional.

Ella no desaprovechó la oportunidad, instaló a su hija Mariana en el núcleo de jóvenes priístas con la pretensión de agenciarse el liderazgo de los priístas jóvenes en la Ciudad de México.

El abuso de ese poder perdió a Rosario Robles, no desde su etapa priísta, remontémonos a su paso por el PRD. No tuvo límite. Convirtió al partido del sol azteca en una agencia de colocación que negociaba posiciones políticas y posiciones de poner en provecho personal y político.

Desde su terreno, Andrés Manuel López Obrador observaba el desmesurado e inusual crecimiento de Rosario Robles en las filas del PRI. De por sí, en ese partido la ascensión resulta complicada y producto de relaciones, palancas, compadrazgos y favores, pues la amiga de Enrique Peña Nieto no tuvo mayor problema paras crecer al frente de sus intereses.

Carlos Ahumada y la ex titular de Sedesol y Sedatu en el pasado sexenio

Los perjuicios y los problemas de índole ideológico y aquellos que nacieron de los actos de corrupción de ella, que se derivaron de la relación de López Obrador y Rosario Robles, sólo se estaban incubando, y a partir del triunfo del tabasqueño, nada más era cuestión de tiempo que ella quedara frente al pelotón de fusilamiento.

Lo que la ha matado políticamente es su desmedida ambición, pero también su indudable ingenuidad política pues observó en su antiguo adversario un flanco débil, que no podría emerger como el líder que recibió 30 millones de votos en la pasada elección.

Ahora él, con los hilos de las variables del control político, nos declara que ella es un chivo expiatorio del cual habrá de sacar el mayor provecho, para revelar las trapacerías corruptas de la administración peñanietista.