Gatopardismo


Preocupa al PRD crecimiento de Morena en la Cd. de México.

Reforma política en la capital del país, sólo confirma autoritarismo.

Ari Salgueiro

Ojala que no, pero todo parece indicar que la manufactura de la que será la Constitución de la Ciudad de México, se convertirá en una verdadera cena de negros.

Más allá del discutible hecho de si es bueno o no que la Ciudad de México se convierta en una entidad más, lo cual sin duda será un tema de debate durante muchos, muchos años, lo que es un hecho es que el proceso para hacerla parece destinado a un sonoro fracaso, por fallas de origen.

Para empezar, los recursos que el INE destinará a los partidos que participarán en la redacción de la Constitución de la Ciudad de México, están a punto de generar un conflicto.

El Instituto Nacional Electoral quiere entregar los recursos a partes iguales, pero los partidos alegan que las prerrogativas deben asignadas de acuerdo con los resultados que obtuvieron en la última elección.

Así que, la mayoría de los partidos alistan impugnaciones y podrían postergar el nacimiento de la Constitución de la Ciudad de México.

Pero además, más allá de formalizarse el nombre de Ciudad de México, de plantear su autonomía, de proponer una nueva estructura de gobierno con alcaldes y cabildos en cada una de sus 16 divisiones territoriales, y de contemplar un régimen fiscal especial, la discusión entre los políticos se ha concentrado en quiénes meterán la mano para nombrar a los personajes que redactarán la nueva Constitución: una Asamblea Constituyente de 100 integrantes que se elegirá el primer domingo de junio del 2016.

Para nadie es un secreto que el “repentino y desaforado” crecimiento del nuevo partido Morena en la capital del país se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza, para la hasta hace poco inamovible fuerza del PRD.

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Por lo tanto el perredismo capitalino, encabezado, curiosamente por un independiente, como es Miguel Ángel Mancera, ha tenido que hacer circo, maroma y teatro para minimizar el poder de decisión del partido de Andrés Manuel López Obrador, aunque eso conlleve a un involuntario fortalecimiento del priismo, el cual estaba prácticamente desahuciado en la Ciudad de México y a un consecuente escamoteo de derechos políticos a los habitantes, de a pie, del ex Distrito Federal.

Para empezar, el 60 por ciento de los diputados constituyentes se obtendrán del resultado electoral pero no se incluirá a los ganadores, sino que se utilizará el método de la representación proporcional. Sobra decir que la sobre representación será un factor importante en la conformación de ese 60 por ciento de los constituyentes, lo que implica una burda burla al voto popular.

El porcentaje restante, es decir, un 40 por ciento, será repartido entre los integrantes del PRD, el cual, a falta de votos ganados en las urnas, los elegirá por el célebre sistema del dedazo.

La designación del resto se obtendrá de la siguiente forma: 14 diputados designados por la Cámara de Diputados; 14 por el Senado; 6 por el presidente de la república; y 6 por el jefe de gobierno del D.F.

Si tomamos en cuenta el conocido mecanismo de cuotas por medio del cual las cámaras designan a consejeros electorales, magistrados y otros cargos, tendremos que prácticamente 40 diputados estarán bajo el control de la presidencia; pero faltan los que ‘ganen’ por el método de representación proporcional, que podrían superar los treinta; la suma no deja lugar a dudas de quien será el que domine el congreso constituyente. El presidente contará con setenta diputados mínimo.

Así que, el último eslabón de lo que se conoció como la transición democrática, la soberanía política de la ciudad de México, confirma que aquélla no fue más que un ajuste del sistema político para reconfigurar y mantener el poder.

La reforma política de la ciudad de México es considerada por muchos como la última vuelta de tuerca del neo autoritarismo mexicano. Así que, habrá que ver si realmente los capitalinos tienen algo que festejar.

Aunque esta nueva Constitución sólo aplicará en el territorio de la capital de la república, puede ser éste un ejemplo de gran trascendencia para otras entidades, pues prácticamente todos los estados y ciudades en México enfrentan el mismo laberinto legal y normativo que hace casi imposible la inversión productiva: leyes mil veces parchadas, reglamentos nunca publicados, acuerdos particulares en cada oficina de gobierno, requisitos ilegales en las ventanillas de gestión, y tiempos obligatorios de respuesta que nunca se cumplen. Este es el escenario diario que tienen que enfrentar y resolver quienes invierten y apuestan al futuro de las ciudades; sin apoyo alguno de las instituciones.

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