Hambre y migración forzada


Africanos arriban a tierras italianas
  • En 2017, 821 millones de personas sufrían hambre en el mundo, 37 millones más que en 2014
  • Durante cuatro años, 172 millones de desplazados, establece la Universidad de los Andes
  • Comercio de africanos y los barcos de la muerte, fueron factor de desplazamientos por la fuerza

El País/Universidad de Los Andes/muyhistoria.es

En la actualidad, hay cerca de 70 millones de personas desplazadas  en el mundo. Esta cifra incluye a los 40 millones de desplazados internos, los casi 26 millones de personas refugiadas y los más de 3 millones de solicitantes de asilo. Pero estos datos no contemplan los millones de personas que se mueven por causas que aún no están suficientemente categorizadas.

Aquellas que se ven obligadas a abandonar sus hogares por las llamadas crisis de desarrollo lento –originadas por el cambio climático que afecta a los medios de vida–, o aquellas que abandonan contextos de violencia generalizada como los que producen las “maras” en Centroamérica. Todos, engrosen cifras o no, huyen de escenarios donde no es posible desarrollar una vida digna. Y el hambre, juega un factor importante como causa o consecuencia de la movilidad.

El pasado 16 de octubre tuvo lugar el Día Mundial de la Alimentación, fecha en la que se presentó en Bruselas ante parlamentarios y altos funcionarios de la Comisión Europea, el Índice Global del Hambre 2018 (GHI en sus siglas en inglés).

Este índice evalúa las tasas de hambre en países en desarrollo –en concreto para los 119 países de los que hay datos disponibles, reflejando datos de 2013 a 2017– y contribuye a conocer los avances y retrocesos para reducir el hambre crónica en el mundo.

Desde el año 2000 hasta la fecha, el nivel de hambre y desnutrición en el mundo disminuyó un 28 %. Este progreso es lento y se debe a las políticas acertadas, pero a todas luces insuficientes, que los diferentes gobiernos y la comunidad internacional han puesto en marcha. Sin embargo, si nos aproximamos a los datos por países podemos ver una foto que nos da ya avisos de que el ritmo de recuperación para llegar al ambicioso –y justo– objetivo de Hambre Cero al que nos hemos comprometido en el ODS2 no se conseguirá en 50 países. Como mínimo.

Uno de los datos más alarmantes y preocupantes es que el hambre aumenta por tercer año consecutivo. El número absoluto de personas que sufren hambre alcanzó en 2017 los 821 millones, siendo en 2014 de alrededor de 784 millones. 37 millones más de personas desnutridas en apenas tres años.

África, entre los continentes más golpeados por el hambre

HAMBRE, CAUSA Y EFECTO DE DESPLAZAMIENTOS

Este octubre de 2018 el GHI se ha enfocado, a la hora de orientar sus recomendaciones a los decisores de políticas europeas, en la relación entre el hambre y las migraciones forzadas. La gran mayoría de las personas que se desplazan forzosamente lo hacen por una combinación de factores, en donde el hambre ocupa a menudo un lugar destacado. Los conflictos violentos, los disturbios políticos y/o la pobreza extrema han provocado flujos sustanciales de migración forzada, que están estrechamente relacionados con la inseguridad alimentaria. Muchos de los países con mayor incidencia de hambre también son lugares afectados por conflictos, violencia política y desplazamientos de población. Además, hay siete países donde no se pudieron calcular los indicadores del GHI; Burundi, República Democrática del Congo, Eritrea, Libia, Somalia, Sudán del Sur y Siria… y nada hace presagiar que los datos de hambre sean buenos en estos lugares.

Las recomendaciones se dirigen a las políticas europeas en su conjunto, pero también deben asumirse por los gobiernos europeos como el español. La Unión Europea, pese a su pobre papel en la gestión de los flujos de personas desplazadas en los últimos años, sigue siendo líder en la lucha contra el hambre y debe enfocar y acentuar su actuación si quiere seguir enarbolando sus valores de justicia y solidaridad. Es necesario no dejar a nadie atrás y poner el foco de la acción internacional en aquellas regiones del mundo en donde hay mayor número de desplazados; el 85 por ciento de las personas desplazadas se encuentran en países de ingresos bajos y medios. Además, en estos contextos hay que extremar las acciones dirigidas a mujeres y niñas, una población cuya vulnerabilidad se acentúa en los desplazamientos.

El drama de cruzar fronteras

También hay que poner en marcha soluciones de largo plazo, como puede ser el incremento de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Sin embargo, hemos conocido esta semana que el presupuesto para cooperación de los países europeos ha caído por primera vez desde 2012, según el último informe AidWatch. La AOD no existe como freno a la migración, ni es su objetivo, pero sí ayudaría a que las personas no lleguen a tomar medidas desesperadas cuando se trata de migrar.

La atención a la población desplazada que puede encontrarse en esta situación durante años o generaciones, no se debe circunscribir únicamente a la ayuda humanitaria, se necesitan soluciones a largo plazo para estos colectivos, incluidas las oportunidades de generación de ingresos, educación y formación. En este sentido, el Gobierno español se encuentra en el mejor momento si de verdad quiere contribuir a este reto global de acabar con el hambre. En el momento actual de negociación de los presupuestos generales del Estado, tiene una oportunidad de salir del agujero en el que se encuentra la AOD española, que ha reducido su volumen a menos del 0,2% de la RNB (llegó a estar en el 0,4% en los años antes de la crisis y en el acuerdo presupuestario entre PSOE y Ahora Podemos está desaparecida). Recuperar y reorientar esta senda del 0,4% antes del fin de esta legislatura sería una prueba que traduciría la voluntad política en realidad.

Por último, es vital mostrar solidaridad y compartir la responsabilidad. Los lugares de destino de la población desplazada (la mayoría países de renta baja) enfrentan una carga desproporcionada que países como el nuestro –y Europa– pueden y deben de compartir de manera concertada.

Mujeres y niños, entre los grupos vulnerables

DE 2008 a 2014, 172 MILLONES DE DESPLAZADOS

A su vez, la Facultad de Derecho de la Universidad de Los Andes, precisa:

Las migraciones forzadas constituyen uno de los mayores retos que debe enfrentar la humanidad en la actualidad.  Si bien los grupos de personas que huyen de la guerra, las situaciones de violencia generalizada y los desastres ambientales han sido una constante a lo largo de la historia, nunca antes estos flujos habían sido tan numerosos, ni habían tenido la capacidad de expandirse de manera tan amplia y rápida.  La masiva llegada de refugiados sirios a Europa, a partir del 2015, ilustra perfectamente este panorama.

A pesar de contar con un complejo sistema para la atención y protección de los refugiados, la gestión que la Unión Europea y sus miembros han dado a esta situación ha revelado no solo los fallos de este marco normativo e institucional, sino también profundas grietas en el funcionamiento mismo del proyecto europeo.

Europa no ha sido la única región que ha sido incapaz de gestionar adecuadamente los éxodos forzados.  El desplazamiento interno ocasionado por situaciones de conflicto y violencia generalizada afecta a más de 40 millones de personas en todo el mundo.  Si bien se han dado interesantes avances en materia de atención y protección de emergencia, se ha fallado en el logro de soluciones sostenibles.  En consecuencia, la mayoría de estas personas permanece en situación de desplazamiento por años, e incluso décadas.  Esta no es una realidad ajena a un país como Colombia que cuenta con casi siete millones y medio de desplazados internos.

Sin haber logrado gestionar adecuadamente los retos que supone el refugio y el desplazamiento interno, el mundo se enfrenta en el Siglo XXI a un nuevo desafío: el generado por los movimientos de población vinculados a los desastres ambientales y a los efectos del cambio climático.  Se calcula que entre 2008 y 2014 más de 172 millones de personas han debido abandonar sus hogares a causa de desastres de súbita aparición.  La comunidad internacional, sin embargo, parece confusa respecto a la mejor manera de responder a estos flujos de población.  El Acuerdo de París relativo al cambio climático apenas menciona tímidamente este fenómeno.  Así mismo, desde distintos foros se ofrecen distintas propuestas, la mayor parte de soft law.  No obstante, ninguna de estas ha sido aun plenamente aplicada.

LA HISTORIA REGISTRA GRANDES MIGRACIONES; VIAJEROS A LA FUERZA

Por su parte, la página online,muyhistoria.es, precisa:

En algunos periodos de la Historia, la pobreza, la violencia social, el colapso de unos Estados y la formación de otros nuevos han provocado movimientos masivos de población entre países y continentes contra la voluntad de sus protagonistas. Gente famélica huyendo de grandes hambrunas, personas esclavizadas, minorías étnicas o individuos perseguidos por causas raciales, políticas y religiosas o pertenecientes al bando derrotado en una guerra han sido arrancados de cuajo de sus lugares de origen para iniciar una nueva vida, casi siempre penosa, en otro lugar del mundo. Judíos, palestinos, armenios, griegos, irlandeses, africanos de todo el continente…, son algunos de los pueblos que se han visto obligados a errar por el planeta en algún momento de su historia.

Durante el siglo XIX, la población de Irlanda, cuya alimentación dependía casi por completo de la agricultura, sufrió agudas crisis de subsistencia provocadas por diversas epidemias que afectaron a la patata. La situación se hizo especialmente crítica en 1845, cuando una enfermedad vegetal llamada mildiu de la patata arrasó las plantaciones de este tubérculo, llevando a la muerte por inanición a más de un millón de personas en la isla. El gran hambre del periodo 1846-1850 provocó, además, que dos millones de irlandeses de un total de siete millones emigraran a Gran Bretaña o a Estados Unidos, aprovechando las facilidades que entonces daba el país norteamericano a la inmigración. Otras naciones europeas dependientes de la patata, como Alemania, Rusia y Polonia, también sufrieron una fuerte emigración durante la misma época. Actualmente, según la FAO, entre 750 y 800 millones de personas sufren las consecuencias del hambre, fundamentalmente en el continente africano, provocando a veces éxodos masivos a los países vecinos o, para los más afortunados, a la Unión Europea, Australia y América del Norte.

Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) resulta insuficiente

COMERCIO NEGRERO

Pero pocos episodios de traslados forzosos de grandes contingentes humanos ha habido tan crueles y a la vez tan determinantes para la redistribución del mapa demográfico mundial como el comercio de esclavos africanos -llamado trata de negros- entre 1500 y 1850, durante la colonización de América por las naciones europeas.

Los descubridores del Nuevo Mundo intentaron en principio usar a los indígenas para explotar las plantaciones y minas, pero ante el escaso rendimiento de éstos, que fueron diezmados por las enfermedades, recurrieron a esclavos negros importados de África.

La operación contó con la aprobación de la Iglesia, tras autorizar el papa Nicolás V a los portugueses a conquistar las tierras en poder de los sarracenos y esclavizar a sus habitantes. Un negocio a gran escala fue montado por empresas como la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales o la Compañía Real Africana, de propiedad inglesa, que monopolizaron el violento tráfico esclavista durante el siglo XVII. La Corona española solía concertar asientos con ellas o con negreros alemanes o portugueses para adquirir mano de obra para sus colonias.

La primera fase de la trata era la captura de los negros en sus aldeas por negros de otras tribus o etnias, quienes los encerraban en castillos levantados a lo largo de la costa, a la espera de que llegaran los negreros europeos. Éstos adquirían la mercancía humana, en su mayoría originaria de las zonas costeras situadas entre Senegal y Angola, y la trasladaban por mar a los mercados de esclavos de América, donde su nuevo dueño los marcaba con hierro candente.

Niños sirios en un campo de refugiados

BARCOS DE LA MUERTE

El viaje en los barcos se realizaba en tales condiciones de hacinamiento, hambre, sed y falta de higiene que el 25 por 100 de los esclavos murieron durante la travesía. El número exacto de seres humanos arrancados a la fuerza de su tierra es difícil de precisar, pero se calcula que entre los siglos XVI y XIX unos 12 millones de negros cruzaron el Atlántico.

El resultado fue la devastación de África, despoblada de personas en edad productiva, y la alteración del mapa genético del continente americano, donde los negros forman hoy un importante sector de la población, especialmente en América del Norte, Centroamérica, Antillas, Guayanas y Brasil.

Otras especies de migraciones forzosas, cuya magnitud ha superado a veces a las realizadas por causas económicas, han sido las producidas por motivos políticos, religiosos y bélicos. Existen precedentes a comienzos de la Edad Moderna, como la expulsión de los judíos y moriscos españoles por los Reyes Católicos o el caso de los miles de protestantes y católicos europeos que tuvieron que refugiarse en otros países por las guerras de religión que sacudieron el continente en los siglos XVI y XVII.