Francisco Toledo: un guiño a donde quiera que esté


Julio Cortázar

Víctor Flores Olea/La Jornada

El artista de Juchitán nos dejó inesperadamente, como todas las muertes lo hacen. El fallecimiento no pregunta si es buen tiempo para llegar: diré que siempre es inoportuno y que determina su conducta por las reglas de un extrañísimo azar. Así le llegó “la Pelona” a Toledo, sin avisar y sin pronunciar sermones, dejando estupefactos a sus admiradores y a la mayoría de los oficiales de la cultura que, a veces, no tuvieron más remedio que ajustar sus tiempos a los necesarios homenajes, que a veces apenas duraron cinco minutos, como se quejan amigos y artistas oaxaqueños como ocurrió en el Teatro Macedonio Alcalá, con la presencia del gobernador del Estado.

Si alguien ha tenido un exacerbado sentido del tiempo fue el propio Francisco Toledo, y en ello residió uno de los signos más acabados de su genio: porque supo unir estéticamente el pasado de la especie y de muchas especies más dejando en trazos inolvidables por ejemplo la prehistoria de las iguanas que, en un arco mágico, viendo y adivinando sus semejanzas con las iguanas del porvenir, dando continuidad de permanencia a esa especie y, como derivado, a muchas otras que incluyó en su tremendo repertorio de animales y su evolución. Incluyendo la vida y la muerte de la especie humana, de la que Toledo rescata sus pulsaciones más profundas. Seguimos siendo una especie animal que se comporta según esas pulsaciones, propias de nuestra especie que en ocasiones florecen para gloria de nosotros y en otras para nuestra desgracia, según las circunstancias. No sé si Darwin estaría de acuerdo con esta mirada a su evolución de las especies, y mucho menos con la versión estética de la misma que nos ofrece la obra de Francisco Toledo. He aquí que la intuición del artista puede igualar, y a veces superar, las deducciones más elaboradas de la ciencia.

Su mundo fantástico

Hace unos años, conversando con Julio Cortázar, y diciéndole yo que probablemente no había en el mundo una ciudad más fascinante que París, el gran cronopio que había cambiado su Buenos Aires del origen por la ciudad Lux me respondió que tal vez tenía la razón pero que nosotros teníamos a Oaxaca como una ciudad equivalente, sin desventaja con otras grandes ciudades del mundo. Que además era la tierra de Francisco Toledo, del que había visitado buena parte de su obra en varios museos de Oaxaca: ”Toledo es un gran artista, fascinante por muchos aspectos, uno de los cuales es la continuidad que encuentra en el pasado y en la actual historia de México, lo que le otorga una profundidad y una fuerza que sólo tienen los grandes poetas”. Debo decir (VFO) que seguramente aquellas palabras tuvieron el efecto de inspirarme en la comprensión de algunos aspectos de la obra artística de Toledo.

Hablamos de la continuidad de las especies en la obra de Francisco Toledo. Deberían incluirse en este repertorio, verdaderamente darwiniano, además de las iguanas, monos, murciélagos, sapos e insectos de la más variada especie, que utilizó Francisco como bestiarios que vinculan al hombre con el mundo natural, sugiriendo que esa relación del hombre y de sus bestiarios con la naturaleza realmente se efectúa por el apareamiento, explicito o simbólico. La visión moral de Toledo afirma que el mundo de los humanos y el de los animales son uno por naturaleza. De ahí la pertinencia de mencionar a Darwin desde una estética particular, en este caso la de Francisco Toledo que lo ha llevado a recibir justificadamente, por notables del mundo científico y del mundo del arte, el adjetivo de genial.

Pinocho del creador oaxaqueño

Toledo usó la modernidad y la vanguardia de otras civilizaciones, especialmente la europea, para sus obras y mostró un sentido de lo fantástico extraordinariamente desarrollado al crear criaturas antropomórficas que son a la vez monstruosas y juguetonas, personajes que incluye en sus papalotes, libros de artista, máscaras, piezas de joyería y complejos grabados.

En varias notas para presentar la obra de Francisco Toledo se dice que, además de ser un prestigiado artista multifacético, fue un activista y mecenas que patrocinó infinidad de proyectos y organizaciones artísticas. Uno de las más notables es, sin duda, el Centro de las Artes de San Agustín, en Etla, al lado de Oaxaca.

Sin duda Toledo fue un hombre de izquierda que siempre reaccionó vivamente en contra de los privilegios y riquezas que servían para mantener doblegados a los carentes de recursos. Su papel de activista se desempeñó sobre todo por sus innumerables reclamos a los burócratas y oficiales que aprovechaban sus nombramientos para imponer decisiones arbitrarias. Pero los reclamos y críticas de Toledo no se detenían en razón de las jerarquías de sus contrincantes sino que sus dardos alcanzaban también a los encumbrados en el poder circunstancial.

Este complejo de facetas integran la personalidad de Francisco Toledo, uno de los grandes artistas y espíritus rebeldes en México de la última mitad del siglo XX y principios del XXI, que ahora nos ha abandonado. ¡Hasta siempre!