El diluvio: El evangelio según San Andrés


Rafael Cardona

Obviamente San Andrés no escribió evangelio alguno. Le bastó ser el primero de los apóstoles de Jesús para convertirse en puntal de la iglesia ahora llamada ortodoxa. Pero si la palabra Evangelio  significa buena nueva, noticia y por extensión anunció, el señor López Obrador ha llevado su mensaje de bondad, felicidad y servicio a Roma y lo ha entregado, como un moderno San Gabriel, mensajero divino, al Papa Francisco cuya reacción aun no conocemos.

Todos recodarnos ante esa irrupción en la sala Nervi o Sala de Música, donde se efectúan cada miércoles las audiencias públicas en el Vaticano, cómo llovieron censuras hace poco tiempo cuando un político mexicano se fue a saludar a un  Papa y darle noticia de su futura condición matrimonial.

Enrique Peña, había ido al Vaticano a hacerle un regalo al Papa, obviamente no era este Papa. Y aprovechando el obsequio de un nacimiento con figuras de barro de Metepec, le comentó el compromiso  con su actual esposa. Entonces fue un escándalo y medio  mundo dijo, ¿cómo es posible?

Y también se incurrió en la misma acusación a López Obrador, “esto es un acto anticipado de campaña».

Yo acabo de leer la carta escrita por  Andrés Manuel al Papa Francisco y es una carta verdaderamente audaz;  de mucha astucia, porque le da una medalla de Fray Bartolomé de las Casas entre algunos conceptos de política y religión.

Le recuerda cómo el padre de las Casas fue un defensor de los indios al principio de la dominación colonial mexicana.  Claro, ahí se puede meter Andrés en una discusión con Motolinia, pues éste  refutó a las Casas dentro del mismo lenguaje de la Iglesia.

Pero no viene por ahí la polémica, sino por presentarlo como un  defensor de los indios. Quizá este pueda ser algo así como su santo patrono y él, como este defensor de los pueblos naturales de América, sea un Papa misionero de verdad, cristiano, ¿por qué? por todo lo realizado en los últimos años, en Cuba, en Estados Unidos, todo lo demás.

Pero también hay en esa carta, una censura clara al papel de la iglesia cuando el golpe de Estado en México en el año 1913.

Andrés  (San Andrés) expone  un compendio muy extravagante de la historia de México, habla de Francisco Madero, de cómo se le dio un Golpe de Estado y de cómo un Papa bendijo al usurpador;  un Papa bendijo a Huerta.

«Pero usted no es así, para usted mi admiración».

Y luego le vende su lema de campaña y le dice al final, después de explicar su camino para el cambio histórico en este país, por las vías pacíficas y por la vía electoral, y le dice una  mezcla de Mesías y de líder político.

Una cosa posible para Gandhi o para cualquiera, así de simple,

“Bajo la premisa- así condensa su trabajo político- bajo la premisa de que sólo siendo buenos, podemos ser felices y de que por el bien de todos primero los pobres».

Entonces es una maravilla. El líder de Morena no va en nombre de la Guadalupana, madre de los indios mexicanos, va en nombre de Fray Bartolomé de las Casas, el hombre cuya palabra ofrece una cierta dignidad al tratamiento o al trato para los indígenas.

El hombre para el cual son  entes sociales y no sólo hijos de Dios, o como los más pequeños y desvalidos de sus hijos y después va y le da una predica al Papa. Una audacia predicarle al Papa las virtudes de la bienaventuranza pues bienaventurados los pobres, porque de ellos debe ser el reino de la política.

Y que solamente se puede ser bueno para ser feliz, la felicidad es consecuencia de la bondad. Y entonces yo pregunto, ¿cuánta infelicidad puede haber en un político profesional?, porque no es la bondad la que necesita un político para su trabajo, el político necesita de la astucia, de la habilidad, del engaño, de todo lo que Andrés Manuel ha hecho a lo largo de toda su vida para mantenerse como un dirigente político de primera línea.

Y a mí me parece de una audacia verdaderamente fuera de cualquier comparación, tener los tamaños de ir al Vaticano, meterse a la Sala junto a la Plaza de San Pedro donde se hacen las audiencias de los miércoles y salir con este documento.

Pegar 26 codazos, llegar hasta la fila donde están los cordones de seguridad, «Ejcúcheme, ejcúcheme, janto Padre» (sic), ¿no? y llevar y darle una carta al Pontífice, una medallita, saludarlo de mano y después propagar, ahora sí «urbi et orbi», su condición de único político mexicano capaz de  compartir nociones de ética y de felicidad y de bondad y de cristianismo con el  Papa en Roma.

Eso es audacia; no venderle chiles a Clemente Jacques

cardona   entregadno la mdalla