El diluvio: Cultura, muertos, escultura


Podrían guías de turistas en Acapulco ofertar macabros destinos.

CNTE, lucha

Rafael Cardona

En el nunca satisfecho catálogo de las peticiones en torno de los Derechos Humanos y la secuela de sus violaciones, México enfrenta hoy la posibilidad de una nueva ley. ¿Cuántas leyes hacemos ante la evidencia del incumplimiento de las ya existentes?

Nadie lo sabe, pero cuando todo se quiere resolver mediante leyes, fiscalías, aparatos especializados, observadores, expertos internacionales, forenses de fama mundial y demás, es prueba de cómo las cosas no funcionan.

Es la vieja tendencia de supervisar a los supervisores y controlar a los contralores. Cuando en la burocracia, por ejemplo, se instalaron los “Órganos Internos de Control”, la inquisición volvió por sus fueros. Nadie quiere hacer nada por miedo a observaciones y hasta inhabilitaciones, a veces por villar normatividades inexistentes

Eso cuando no se enfrentan a acusaciones por imaginarios o inducidos “acosos” de diversa naturaleza.

Pero en fin.

La nueva legislación, presionada para su elaboración por los sucesos de Iguala y prometida por el Ejecutivo más como un escape ante la presión, ante la cual no es posible asomarse sin sentir el horror funerario, se llama “Ley General sobre Desaparición de Personas” y no trata de cómo hacerlas desaparecer sino –supuestamente—cómo hacer para localizarlas.

Como todos sabemos las personas pueden desaparecer por muchos motivos. Desde el marido harto cuyo destino de comercio tabacalero termina 20 años después (“orita regreso, voy por cigarros”).

En México hay cerca de 20 mil casos de desaparición. Pero como si dijéramos un millón y mil. Nadie lo puede comprobar con precisión. A los vigilantes de los DH les interesa abultar la cifra. Mientras más desaparecidos haya más importante se vuelven sus gestiones, trabajos, estudios, análisis, indagaciones y búsqueda de patrocinios sobre todo de las múltiples fundaciones extranjeras. A más desaparecidos más necesarios somos nosotros.

Por eso se necesita –dicen–, una ley en la cual se contemplen muchas cosas, entre ellas, por ejemplo y de acuerdo con la iniciativa relatada por los diarios recientemente, un Registro Nacional Forense y un  Registro Nacional de Fosas Clandestinas, cuya clandestinidad desaparecerá, obviamente, cuando se les enliste, catalogue y declare, ¿cómo?

Eso de registrar las fosas clandestinas es un milagro surrealista.

CARDONA  FOSAS CLANDESTINAS...

OFERTAS MACABRAS DE GUÍA DE TURISTAS

–Perdone usted las molestias que esta fosa clandestina le causa, podría decir un  letrero junto al hoy macabro.

–Venga usted a Guerrero, conozca el Triángulo del Sol, disfrute de Acapulco, Taxco, Zihuatanejo y de paso recorra palmo a palmo nuestra gran variedad de fosas clandestinas, diría el guía de los azorados turistas japoneses cámara en mano.

Por lo pronto los restos de las personas no identificadas, se encuentren donde sea, no podrán ser incinerados. Obviamente esto es reducir los cuerpos humanos a evidencias de una investigación. A todos se les tomarán muestras genéticas, las cuales pronto deberán ser tan necesarias como el tipo de sangre o las huellas digitales.

Y la información genética ahí lograda deberá ser parte de un Registro Nacional Forense con lo cual hallamos una nueva veta para la expansión de la burocracia. Registros de todo lo registrable.

Obviamente los autores de esta iniciativa nos dirán lo avanzado de la legislación en la materia y cómo cumple con los dictados de las organizaciones internacionales, especialmente la H. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Y por ahí va la cosa.

CARDONA  CHINOS AVANZADOS

REFORMA

Quizá la pugna real en cuanto a la naturaleza la “Reforma Educativa” en México (la revisión de los méritos para formar parte del aparato gubernamental, pues la educación en tanto servicio público se realiza a través de una burocracia) tenga un lejanísimo antecedente en las dinastías chinas  Sui y Tang (581-906) cuando la pertenencia a la administración se sometió a evaluaciones universales para desplazar, así, los “derechos” de clase o rango.

La clase favorecida en aquel tiempo era la de los “shih”, descendientes de nobles y aristócratas cuya formación cultural les daba de inmediato el pasaporte para desempeñarse en los asuntos públicos como escribas o secretarios

No valían por su “derecho de origen” sino por la instrucción lograda gracias a ese origen. Eran, por decirlo así, los “sindicalistas” de una élite, si se permite el paralelismo.

“Un primer intento de reforma –dice Peter Watson en  su célebre “Ideas, historia intelectual de la humanidad”—buscó hacer que quien postulara a los funcionarios fuera legalmente responsable por el desempeño de sus candidatos, pero tal solución no funcionó y desde finales del siglo VI se comenzó a introducir un sistema de pruebas escritas y orales que sirvieran de complemento al sistema de recomendaciones.

“Pero poco a poco el sistema de exámenes fue ganando partidarios durante la época Tang, en detrimento de las alternativas de los aprendices y las nominaciones, y los emperadores Song los institucionalizaron formalmente. Los exámenes, denominados “Keju”, se celebraban cada tres años. La primera ronde tenía lugar a nivel de las prefecturas o “zhou”, y estaban abiertos a estudiantes prácticamente de cualquier formación…

“…Los investigadores modernos calculan que entre 20 y 80 mil estudiantes se presentaban a los exámenes; que rara vez los aprobaban más de diez por cien de ellos y que de hecho era frecuente que ni lo hiciera sino uno por cien: las pruebas eran realmente difíciles…”

No hay registro de si algunos de ellos realizaron mítines contra ese sistema de evaluación y comprobación de sus conocimientos. Mucho menos de si lanzaban carros de caballos contra sus propios compañeros o incendiaban edificios públicos en la desmesura de sus protestas cuando los rechazaban.

Llama la atención la lejanía en el tiempo.

Los chinos, cuya condición imperial es concomitante con su historia, hacían con normalidad la calificación de sus hombres públicos y la exigencia por la excelencia desde los principios de su cultura. En México tampoco resulta algo novedoso. Siempre ha sido igual.

Pero como la actual evaluación no pretende la calidad sino el control; nada más busca romper con los cacicazgos sindicales en cuya podrida estructura se dispensaban ascenso, permanencias, expulsiones, posiciones, privilegios, prebendas y demás. Pero en un país sin empleo, con la condición magisterial convertida en seguro de vida hereditario, la resistencia resulta infernal.

El sistema de control político reparto del dinero y administración  del sistema educativa del gobierno (sindical) paralelo, es una circunstancia desafiante al aparato público inadmisible en los tiempos actuales.

La burocracia sindical anquilosada, ambiciosa y siempre orientada a la molicie y la comodidad, cavó su propia tumba cuando exigió más de lo debido, especialmente en la fracción rijosa y radical a las secciones de Chiapas, Michoacán, Guerrero y Oaxaca.

Pero simplemente no pudieron (ni podrán a fin de cuentas) impedir el paso de la nueva ola.

Desaparecerán (en tanto fuerza política) como muchas otras cosas, como el sindicalismo poderoso de otros tiempos, como se desvanecieron las poderosas centrales obreras, como se resolvió en la historia la “lucha de clases” con el triunfo definitivo de la burguesía y la transformación del proletariado en un marcado de consumidores. Se extinguirán como las luciérnagas o cierto tipo de arañas.

De esa manera el neo sistema garantiza el control del proceso educativo lo cual no significa necesariamente la mejoría de la instrucción pública ni la evolución de la cultura nacional, vacía y sin contenido ideológico desde la muerte de la Revolución, sino cuando mucho el control político de la base de la pirámide social y el cumplimiento de los estándares internacionales, excepto en la educación más calificada; la impartida por  grupos privados –confesionales o no– los cuales nutren la mente globalizada de los cuadros gubernamentales quienes lo reconocen hasta con  la “Medalla Belisario Domínguez”,

CARDONA   CNTE...

Por eso, mientras se insiste en el primer paso de la toma del control por parte del gobierno de aquello cuyo dominio estaba en manos sindicales (las dóciles del SNTE y las indóciles de la CNTE), la Secretaría de Educación Pública, el aparato público se dispone a dividir las responsabilidades burocráticas del proceso educativo y la “administración “ de la cultura, para la cual dice carecer de tiempo en tanto deja de lado la cuestión central de la cultura: su creación y su defensa; su asimilación, no su administración oficinesca.

Pero el concepto de construcción cultural ha sido siempre esquivo y complejo. Para llegar a él se necesitaría, primero definir la cultura. Quizá el significado antropológico sea simple: el conjunto de la obra humana el fruto de las ideas, la transformación del mundo, la mente, la imaginación… la residencia del hombre, su entorno, su medicina y su alimento, en suma, su todo.

Sin embargo para la burocracia (y la política) la cultura es un espacio administrativo. Una gestión conveniente como parte de la oferta permanente, el pan y el circo, frente a la cual no siempre hay tiempo disponible.

Hace muchos años José Vasconcelos trató (desde mi punto de vista erróneamente) de formular la creación cultural. Lo hizo cuando comenzó la distribución de sus famosos “libros verdes”. Dijo:

“… el primer paso para la elaboración de una cultura propia es traducir todo el acervo de la cultura contemporánea (el cual se elaboró a partir de cuáles traducciones, Don José)…”

Así pues entre la “elaboración de la cultura”, como si ésta no fuera la continuidad de una idiosincrasia y la complejidad burocrática del enorme paquidermo llamado SEP (atrofiado por hipertrofia; lleno de oficinas inútiles, especialmente en áreas de medios, y una enormidad de estructuras caducas; cuya gestión pedagógica y analítica se hace imposible si no la auxilian 15 mil policías para garantizar  un simple examen de evaluación en Chiapas, Michoacán Oaxaca), el país recibe como presente navideño, a una nueva estructura burocrática cuya finalidad es lograr “fuerza política” (será por el manejo de los presupuestos y la dádiva controladora  a los “cultos” y “cultillos”)  para atender a Doña Cultura “como se merece”.

cardona  sebastian

SEBASTIAN

Le preguntan al escultor Sebastián el significado del Premio Nacional de Artes con el cual desde esta semana profetiza en su tierra.

–¿Es esta la culminación de su carrera?

—No, de ninguna manera. mi obra no está terminada. este premio confirma, no culmina. Me falta mucho por hacer. El arte es un camino infinito.

“La escultura se acabará cuando se acaben las manos y los ojos del hombre, cuando desaparezca el asombro por la forma, por la complejidad del universo, por la ambición de repetir el cosmos en una simple esfera, un cubo, una forma geométrica”.