El Diluvio: Consideraciones sobre una irresponsabilidad


El momento del anuncio
  • Renuncia de Margarita Zavala a candidatura tiene varias lecturas.
  • Poco común el anuncio, lo hizo durante un programa de televisión.
  • Evidenció que apoyos recibidos fueron pago de favores anteriores.

Rafael Cardona

1.- Convencida por si misma o por la influencia de la realidad, la señora Margarita Zavala de Calderón se dio cuenta de las cosas (o dejó de disimular) y se bajó de la contienda por la presidencia de la República, para gozo de quien deba sentirlo y vergüenza de quien en ello deba hallarla.

A media semana, cerca del mediodía comenzó a circular la información:

“Como lo adelantó “Crónica”, Margarita Zavala renunció a la candidatura independiente a la presidencia de la República.

Durante la grabación  del programa “Tercer Grado”, de Televisa, la señora soltó su bomba. No ante la autoridad electoral; no, ante el tribunal indulgente de los medios.

Poco después se dijo esto:

“(El Financiero).- Margarita Zavala renunció a la candidatura independiente a la presidencia de la República, confirmó Juan Ignacio Zavala, hermano de la ex primera dama, y columnista de “El Financiero”.

“Su renuncia no implicaría el apoyo a algún otro candidato.

“Más temprano, “Noticieros Televisa” informó de la renuncia de Zavala, la cual anunció la candidata en la grabación del programa Tercer Grado.

Jorge Castañeda

“Días antes, el equipo de la candidata había explicado que tenían problemas de financiamiento.

«He decido bajarme de la contienda (…) retiro la candidatura de la contienda por un principio de congruencia (¿entre qué y qué?) y de identidad  política (¿cuál?). Pero también para dejar en libertad a los que generosamente me han apoyado», dijo en el programa de Televisa”.

Este desistimiento significa varias cosas.

La primera, una evidencia de la imposibilidad de competir cuando no se tienen las bases políticas ni de organización  para hacerlo. Un poco, tomar el asunto con la discutible seriedad del espontáneo en el ruedo.

La circunstancia misma de las candidaturas independientes queda ahora en entredicho.

No basta con invocar el derecho constitucional a votar y ser votado ni alentar en el empeño individual el impulso generado por el general repudio a los partidos políticos, los cuales son a fin de cuentas instituciones de interés público, alentadas y subsidiadas por el Estado, y la otra competir fuera del tablero en un juego de ajedrez con torres y caballos en el aire de la apariencia.

Cuando de manera artificial la candidatura de Margarita Zavala fue insuflada, especialmente por el bloque de amigos y gacetilleros agradecidos por los favores recibidos del ex presidente Calderón, muchos nos dimos cuenta de lo descabellado de este proyecto.

Ni había en su trayectoria méritos para tenerlo, ni tampoco capacidad personal para llevarlo a cabo. Mucho menos temple para resistir la vorágine de una campaña.

Pero nadie criticaba a la señora porque no es de buen gusto. No es políticamente correcto tratar a una dama (especialmente a quien fue una decorosa primera dama), con el mismo rigor aplicable al “Bronco”,  a Ricardo Anaya o Andrés Manuel. La acusación de misoginia inhibe  la crítica de los bien portados.

Pero si alguien ha sido misógina,  ha sido la realidad.

Ricardo Anaya

No puedo más, ha dicho y ha tirado el arpa del escenario. Lanzó la toalla  al centro del cuadro y se volvió a su casa de Las Águilas a reposar las fatigas de una aventura terrible y fracasada.

Pero poco antes de este previsible desistimiento, Ricardo Anaya se pandeaba.

Dos detalles lo hacen evidente: el primero (como si algo ya supiera), la petición  a Margarita de sumarse a sus esfuerzos, como si nada hubiera ocurrido entre él y la pareja Calderón-Zavala, indivisible binomio  en esta trama.

El segundo, la insistencia de llamar al voto útil.

–¿Qué significa ese voto?

Pues una patente del asesor de Anaya, Jorge Castañeda, quien  bautizó así el último recurso para convertir una contienda de tres, en una lid de dos.

Si “C”, no puede ganar y “B”  o es de tu agrado, usa tu voto no en el desperdicio de un derrotado, sino en la utilidad de un ganador. Vota por mí para anular al otro, no por mí mismo. Un tanto esa es la lógica del “voto útil”.

Así se “pandeaba” Anaya:

“Ricardo Anaya llamó a Margarita Zavala a integrarse a su proyecto:

–“Me encantaría que pudiéramos hacer equipo. Yo a Margarita le tengo un gran respeto y consideración”, aseguró al enfatizar que lamentó mucho la salida (del PAN) de la ahora candidata presidencial independiente…

Y además:

“…En todos los procesos electorales en la etapa final se da el voto útil, es decir, la gente identifica quiénes son los que tienen posibilidades de reales de ganar…”

Margarita Zavala

2.- La renunciante señora Margarita Zavala de Calderón, quien  abandonó el cuarto de su guerra perdida (otra) en compañía de su esposo el ex presidente de la República, Felipe Calderón, quien se subió a la silla ejecutiva con apenas un medio por ciento de votos en la preferencia electoral, hoy conoce el valor de una migaja.

Es el alpiste de todos los anhelos, o para ser menos exagerado, el costalito de semillas para completar la arroba.

Lástima para ella y para quienes hoy alzan el altar donde se canoniza su irresponsabilidad de jugar con el capricho de quiero y no quiero en el juego de su herida vanidad por verse y saberse incompetente.

La mejor evidencia de la incompetencia, es –dijo Pero Grullo–, abandonar la competencia.

La señora Zavala de Calderón se quejó toda su vida (política) de todo y por todo. Se inconformó en el Partido Acción Nacional de la forma como Ricardo Anaya urdía maniobras eficaces  y la desplazaba, mientras ella jugaba con su rebozo en los medios y se presentaba –con un  discurso prefabricado–, como demócrata ciudadana salvadora de la patria.

Como no logró su cometido dentro, se salió de Acción Nacional apoyada apenas por algunos de los pocos leales a su esposo, algunos de ellos aun agradecidos por posiciones y cargos en la ya lejana administración de Don Felipe, como José Luis Luege (a quien Felipe, por cierto, arrumbó para darle la candidatura del PAN a la ciudad de México a Isabel Miranda de Wallace) o Consuelo Saizar quien fungió casi como propietaria de la cultura nacional por un sexenio.

Después, con la ayuda de algunos medios aun agradecidos por viejos favores conyugales, fabricó una imagen falsa: una ciudadana bien calificada por la población nacional, cuya preferencia en una contienda electoral iba a ser avasalladora. ¿Cuántas veces nos quisieron engañar con encuestas en las cuales ganaría con seguridad el primer lugar? Eso siempre fue un camelo, un bulo, una engañifa. Y anteayer quedó probado.

Pero aun así, con  la dudosa inscripción en la papeleta (los apoyos recibidos no fueron todos correctos, a la señora se le dieron tiempos y registro. Se incluyó su nombre en la boleta (donde se va a quedar para abultamiento de los sufragios nulos), y se le dio participación en el debate en igualdad de condiciones con todos los demás. También se le concedieron las prerrogativas del caso, a las cuales renunció  en un arranque de autosuficiencia mal comprendida, para después quejarse de problemas económicos.

Todo era disparejo, según ella, pero en las mismas condiciones de planicie, con  el terreno igualado para todos, en el primer debate organizado por el INE, tampoco pudo.

Recabando firmas

Ahí  mostró su real estatura política: nadie recuerda una sola frase suya. Fuera del libreto y sus tres o cuatro lugares comunes dichos con tono de Madre Superiora, no hubo, ni hay, hay nada.

Y como las cosas no se acomodaron a su interés ni la realidad se sometió a sus caprichos, la ex primera dama tuvo un último desplante y se fue. Dejó de lado sus pretensiones (si fueron suyas) de llegar al Poder Ejecutivo y renuncia con el mérito –si lo es–, de haber sido la primera persona en la historia electoral de México en llevar a la papeleta de una elección presidencial por el camino independiente, sin ningún partido político en su respaldo.

Tantas renuncias en tan poco tiempo no hablan bien del temple de alguien.

Pero así como se exageraron sus posibilidades y se sobrevaluó su personalidad y se le quiso vender como una lideresa carismática, lo cual no es ni será nunca, hoy se suponen muy importantes y casi definitivos los escasos votos de sus devotos. Y eso también es un bulo.

Cuando Andrés Manuel dijo hace unas semanas, ni los dos juntos me ganan, se refería a los números de Meade y Anaya. Fue una exageración; pero si en algunas encuestas Morena tiene 49 por ciento de las preferencias declaradas y Meade 17 y Anaya 30, quizá Don Peje tenga razón.

Ese argumento no se abate con los dos puntitos o tres (si existen), de la señora Zavala de Calderón.

Pero un voto es un voto y más vale tenerlo. Si Calderón ganó la presidencia, en medio del escándalo, por 0.5 por ciento y vivió un a presidencia acosada hasta perder estrepitosamente las siguientes elecciones con su partido en el tercer lugar; del cual lo sacó, justo es decirlo, Ricardo Anaya, un punto porcentual vale algo.

Es el gramo necesario para completar el kilo. Pero una cosa es anhelar sus votos, si fueran significativos, y otra ansiar su militancia. Por eso resulta cómico y a veces hasta ridículo, el coro de puertas abiertas para llevarla consigo.

¿Para qué? ¿Para verla renunciar dentro de tres meses?

Esta circunstancia debe servir, entre otras cosas, para replantear la utilidad o inutilidad real de las candidaturas ciudadanas. No todos son Kumamoto o “El Bronco” en Nuevo León.

O mejor dicho, eso es quizá lo más alto posible.