Décimo aniversario luctuoso del escritor, cronista y activista. : Una década sin Monsi


Carlos Monsiváis
  • Su ausencia revela que es insustituible, destaca el escritor Juan Villoro.
  • Tenaz defensor del Presidente López Obrador durante la campaña 2012.
  • Durante homenaje en Bellas Artes su ataúd fue cubierto con bandera LGTB

 

De la Redacción

Monsi y el maestro Francisco Toledo, hoy ambos fallecidos

El pasado viernes se cumplieron diez años del fallecimiento del escritor, cronista, activista y muchos adjetivos más, Carlos Monsiváis, una década de orfandad para sus familiares, lectores, amigos, la comunidad cultural y sobre todo para desprotegidos e indefensos de diversos sectores de la población mexicana, cuya defensa siempre enarboló al grado de sugerir que debería haber recibido el título de Doctor Honoris Causas Perdidas.

Monsi, como le llamaban afectuosamente sus cercanos,  tenía 71 años cuando fue internado en el Instituto Salvador Zubirán por una fibrosis pulmonar. Entró a terapia intensiva el primero de abril de 2010. Sus amigos, lectores y familiares, todos estuvieron en vilo durante los dos meses y medio que duró su estancia en ese hospital. Durante ese lapso  cumplió años. Finalmente, el 19 de junio la Secretaría de Salud comunicó el triste final.

A los pocos días, su funeral reunió a una importante cantidad de gente. Sobre su féretro, expuesto en el Palacio de Bellas Artes de México, una bandera LGTB reclamaba por más derechos para las minorías sexuales. Además de escritor, Monsiváis fue un activista. El cariño que le tienen en México y en toda América Latina lo avalan.

EN DEFENSA DE

LÓPEZ OBRADOR

Entre libros y documentos…

Férreo defensor del hoy Presidente de México Andrés Manuel López Obrador en 2012 cuando sus detractores a través de una campaña emprendida en contra del entonces candidato, en forma de un comercial de televisión, lo comparaba con dictadores como Adolf Hitler, Augusto Pinochet, Benito Mussolini, y Victoriano Huerta.

“Este comercial de la ignominia ofende lo que queda del proceso democrático”, sostuvo en su momento Monsiváis.

El escritor afirmó que la “campaña de odio” en contra del presidente era estúpida, moralmente monstruosa, y típica de un afán de destrucción del enemigo.

PERIODISTAS Y ESCRITORES

HABLAN DEL GRAN “MONSI”

Y justo ahora cuando Andrés Manuel López Obrador ostenta la máxima responsabilidad como Presidente de México, surgen las preguntas acerca de cómo sería su relación con él y cual su reacción ante los cambios que vive el país. Para ello, periodistas, escritores e intelectuales que lo conocieron, emiten su sentir al respecto:

En opinión del periodista Javier Aranda Luna “Siempre tuvo muchas curiosidades así como compromisos éticos con causas de diversa índole, pero creo que una causa central en su caso fue la lucha constante, documentada y con un sentido analítico muy fuerte  sobre la necesidad del Estado laico, porque el estado laico no es un atributo más de la democracia, es el centro de la democracia, si no tenemos laicidad, sobre todo en la educación, el Estado está totalmente rebasado”.

Izquierda, José Luis Cuevas, Carlos Monsiváis y Paco Malgesto (Foto Museo El Estanquillo)

Aunque el periodista Braulio Peralta afirma que Carlos Monsiváis estaría del lado del presidente López Obrador, considera que no estaría con él en temas que están contra las batallas que dio a lo largo de su vida, por ejemplo, “estaría en contra por su defensa al estado laico “no lo acompañaría en el juego que le hace a las iglesias, ni en el juego que le hace al problema de la educación, en relación al tema de las mujeres y muchas cosas que tienen que ver con la Cultura, incluso no creo que a Carlos Monsiváis le agradara mucho que Alejandra Frausto, confunda arte con artesanía. Eso no le gustaría nada”.

Elena Poniatowska dice, “Carlos tenía interés en la política, en el arte, en la literatura, en la sociología, en la poesía, porque abarcó muchísimos campos, abarcó casi todo lo que sucede en nuestro país, como que todo estaba en sus manos. Lo podía mirar todo y como que lo adivinaba antes de que sucediera. El hecho de que estuviera tan bien informado era el resultado de un cerebro prodigioso que ahora todos reconocen”.

Para el escritor Juan Villoro, una década de ausencia del maestro Monsiváis ha demostrado que es insustituible y que son muchos los territorios que Monsi tocó “su literatura siempre estuvo asociada con causas progresistas, alguna vez él dijo en broma que merecía el título Doctor Honoris Causas Perdidas porque realmente sentía que muchas de las batallas que había dado habían sido combates contra molinos de vientos, sin embargo, creo que logró adelantar en buena medida la agenda de la democracia y la agenda de la izquierda crítica y autocrítica”.

INFORMACIÓN

PARA MILLENNIALS

Nacido el 4 de mayo de 1938 en la Ciudad de México, Carlos Monsiváis Aceves estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México, además asistió al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard en 1965.

Salvador Novo, al centro Raúl Velasco, derecha Carlos Monsiváis, todos fallecidos.
(Foto Museo El Estanquillo)

Comenzó desde muy joven a escribir para medios nacionales como Novedades, El Día, Excélsior, Unomásuno, La Jornada, El Universal, Proceso, la revista Siempre!, Fractal, Eros, Personas, Nexos, Letras Libres y Este País, además de ser editorialista.

Participó en más de 10 películas mexicanas y dirigió obras cinematográficas.

Entre sus principales obras literarias destacan: Días de guardar (1971), Amor perdido (1977), Nuevo catecismo para indios remisos (1982), Escenas de pudor y liviandad (1988), Los rituales del caos (1995), Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000) y Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000).

Durante su paso como escritor, redactor y cronista ganó varios reconocimientos, dentro de los cuales destacan los siguientes:

Premio Nacional de Periodismo (1977 y 2009)

Premio Mazatlán de Literatura (1989)

Premio Xavier Villaurrutia (1995)

Premio Lya Kostakowsky

Premio Anagrama de Ensayo (2000)

Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2006)

MUSEO DEL ESTANQUILLO

ALBERGA SUS CENIZAS

El pasado viernes se cumplieron 10 años sin el escritor, quien murió, tras haber sido diagnosticado con fibrosis pulmonar, entre los festejos de la Copa Mundial de Fútbol celebrada en Sudáfrica. El paseo de su féretro, del Museo de la Ciudad de México al Palacio de Bellas Artes, fue relatado y visto por todos los medios del país. Sus cenizas ahora permanecen en el Museo del Estanquillo, en el Centro Histórico del entonces Distrito Federal.

 

LA BANDERA

DEL ARCOIRIS

Ya sea en la televisión, en el radio, o en las letras, Monsiváis hablaba de los temas contemporáneos del país, el cambio social, y la lucha de clases. Siendo un hombre homosexual, es reconocido como uno de los fundadores del movimiento LGBT+ en México desde los sesenta. Antes de morir pidió ser enterrado con la bandera del arcoíris.

DESORDENADA

BIBLIOTECA

De las bibliotecas de escritores que he conocido, refirió el periodista Javier Aranda Luna en un artículo publicado en el diario La Jornada,  una me ha llamado poderosamente la atención más que por su volumen de unos 20 mil ejemplares, por su variedad: la de Carlos Monsiváis. Su casa estaba dividida en dos partes. En la primera que muy pocos conocimos sólo albergaba libros y revistas donde era posible encontrar desde una abultada colección de revistas literarias que a veces ni la Hemeroteca Nacional tenía, hasta la colección completa de Mad y La Familia Burrón.  La otra parte de la casa también era una biblioteca de dos pisos donde vivía Carlos con sus tíos y una docena de gatos. “Rosa Luxemburgo” era entonces la más vieja de la troupe gatuna, tenía 20 años; “Ansia de militancia” la más joven, con dos meses y el favorito era “Mito genial” un gato que parecía perro pues seguía Carlos a todas partes. Imposible conocer las paredes interiores de su casa las cubrían libros de cine, cómics, música, fotografía, historia, literatura, política, arqueología… En un estante estaban todos los libros de y sobre Octavio Paz; en otro los de Borges, Artemio de Valle Arizpe, Alfonso Reyes.

El mundo del cronista de México

Existían diccionarios, Biblias, ediciones privadas, libros de arte, libros antiguos llenos de admirables grabados, libros en latín y alemán, en inglés y francés, libros, en fin, que asomaban de los estantes, se acumulan en los muebles, invadían el piso, alcanzaban  clósets, corredores, salas y recamaras; libros que inundaban su escritorio de trabajo al lado de pilas de hojas de papel reciclado donde escribía a mano (por eso usaba curitas en los dedos), volúmenes que en conjunto amortiguaban los timbres del fax y del teléfono que repiqueteaban constantemente. También había libros que protegían  vitrinas custodiados por decenas de luchadores de juguete y los personajes del Mago de Oz.

–Permíteme, me decía mientras tapaba el teléfono, es María (y ante mi extrañeza me señalaba la espléndida foto que le había regalado Gabriel Figueroa de los ojos de María Félix, junto a la primera página manuscrita de Pedro Paramo, un dibujo de Tamayo y otro de Cuevas.

¿CUÁLES ERAN SUS

HÁBITOS DE LECTURA?

–Muchas personas tienen curiosidad por saber qué lees cotidianamente.

–Es muy azaroso. Leo una cuota diaria de periódicos y revistas y en las últimas fechas de economía. He devorado todo lo que podido sobre el Fobaproa sin entender demasiado pero de cualquier modo haciéndome una composición de circunstancias. También tengo cotidianamente una lectura con cierto cuidado de periódicos y revistas y ocasionalmente de cuestiones ya muy banales. Por ejemplo, si estoy viendo la serie de Dickens que está pasado Canal 22  vuelvo a leer a  Dickens porque creo que uno no debe prejuiciarse y en ningún caso ver la película si no se ha leído antes el libro tratándose de  novelas en verdad importantes.

Asé es normalmente mi día pero también normalmente de pronto enloquezco con Balzac, o necesito leer a Paul Auster…en fin, allí sí hay un pleno azar pero dentro de ese azar la deliberación de enterarme de panoramas completos lo más posible.

LECTURA DE

MANIFIESTOS

Museo del Estanquillo

En estos días leo sobre bioética que cada vez me resulta más esencial. Y como soy un lector compulsivo, leo incluso  manifiestos, algo que casi nadie hace, con grave daño en mi caso porque parece que los manifiestos te hacen disminuir tu capacidad de comprensión y , sin embargo, no puedo dejar de hacerlo; he leído todos los manifiestos de la derecha contra el condón y ahora  estoy leyendo el debate sobre el libro de texto de quinto año de Primaria donde la derecha cuestiona por qué se les habla a los niños de algo que no tienen por qué conocer y que es el sexo.

Creo y lo hago constantemente como lo ves ahora, que hay que leer  siempre poesía por qué es una manera de entrenar cualquier oído literario que puedas poseer, de asombrarte de manera constante porque los grandes poetas se renuevan siempre en cada lectura. Te ejercitas ante las grandes creaciones del idioma.

– Muchos  saben que eres un lector voraz pero también asombra tu capacidad de memoria. Personalmente  me ha tocado escucharte cuando hablamos de un poeta recordar no solamente un verso o una estrofa sino todo el poema, así se trate de Muerte sin fin de Gorostiza o el Discurso por las Flores de Pellicer.

SU PRIVILEGIADA MEMORIA Y

EL ESCRITOR ALFONSO REYES

–Eso es un poco culpa de don Alfonso Reyes. Cuando lo veíamos en los años cincuentas en su palomar de Benjamín Hill, solía repetir que quien no se sabe de memoria  poesía no llega en realidad a gozarla. Que la poesía también es un don de recapitulación en el instante y que es necesario recordar poemas para, en verdad, gozar de la poesía; que alguien deba  recurrir cada vez a los libros está de alguna  manera sujeto a una situación no literaria y que lo verdaderamente literario es el recuerdo.

Eso me impresionó. Yo ya tenía para entonces memorizado un buen número de poemas pero como que le dio una racionalidad o un andamiaje teórico a esta gana de saberme de memoria versos. Desde entonces la cultivé con gozoso denuedo. Gracias a eso uno puede saber que la poesía le pertenece de un modo asimilado y  orgánico, algo que es necesario en el lector Eso en el siglo XIX Y aún a principios del siglo XX era una ley. Ahora sobretodo por razones educativas ha dejado de funcionar, pero sigo creyendo que un verdadero lector de poesía sabe poesía de memoria. Lo he visto desde luego en Octavio Paz, en José Emilio Pacheco, sin duda el propio Alfonso Reyes que podía decir de memoria a Góngora como si tal cosa.

-Cuáles fueron tus lecturas de formación, esas que quizás aun te acompañan

LOS CLÁSICOS…

-Mis primeras lecturas son inevitablemente de clásicos. Y te digo inevitablemente porque no había ni en mi medio social ni en mi medio educativo, la menor disposición a la lectura. En mi caso sólo La Biblia pero nada más. Tuve que recurrir a las ediciones de clásicos que se encontraban en versiones compendiadas que no me gustaron. Decidí ir a las versiones completas que se conseguían por nada en los libros viejos. Entonces empecé por La Ilíada, por La Odisea, La Eneida, La divina comedia, que esa sí debo confesar que leí en versiones abreviadas y que vine a leerla en su versión completa mucho más tarde los 16 años.

El escritor con el subcomandante Marcos en 1995

Desde luego Dickens que me marcó la vida; Huckleberry Finn, ahora tan debatido, ha sido uno de mis libros fundamentales e incluso Las aventuras de Tom Sawyer. Y también por supuesto algunos ironistas o escritores satíricos: Tartarin de Tarascon  fue para mi un libro regocijante. De los mexicanos sólo recuerdo en la infancia haber leído a Manuel Payno, Los bandidos de Río Frio. Me conmovió, me dio la posibilidad de seguirme leyendo a los 10 u 11 años hasta las 12 de la noche que entonces eran horas prohibitivas Además me hizo recelar de la sabiduría de mis profesores que no lo habían leído. Y esto lo combinaba con el cine. En aquella época sí veía yo mucho cine. Veía tres películas diarias. Ahora lo he reducido a una sola al día.

–Vivías para leer y ver películas.

–Si. Recuerdo  la manera en que iba descubriendo todo por mi cuenta pues en ese momento era autodidacta. Compraba en los libros de viejo y veía toda esa correspondencia entre cine y literatura que a mí me parecía asombrosa, maravillosa. Me leí un bodrio total que se llama El jaguar de las ruinas de Sara García Iglesias simplemente porque se había hecho una película.

-Vivías enfebrecido.

–Era todo un mundo desquiciado y lo que acabó por desquiciarme fue don Artemio de Valle Arizpe, cronista notable. Lo iba a ver los fines de semana porque su ama de llaves era mi tía. Don Artemio tenía un cajón de libros repetidos y me los regalaba. Tenía por ejemplo a Pio Baroja que en la secundaria me resultó absolutamente incomprensible pero también autores que ya me gustaron más. A Zolá lo leí por Valle Arizpe.

-Además de Alfonso Reyes y de Don Artemio en tu formación de lectora, ¿existe alguien más?

–Carlos Fuentes es definitivo en mi orientación como lector y a su lado Sergio Pitol. A Fuentes le debo muchas orientaciones de lectura y a Pitol le debo haber leído a Borges, a Bioy Casares, a Onetti. Autores que de otro modo me hubiera llevado más tiempo conocer.

–Tienes idea de cuantos libros conforman tu biblioteca?

-Alrededor de veinte mil.

–¿Están clasificados?

–No, imposible. Soy muy desorganizado y organizar una biblioteca lleva mucho tiempo. Hay cierto orden: si necesito un libro lo localizo en un día aunque ocurre que al buscar un libro encuentro otros que antes había buscado y esos retrasan mi lectura original. Es una tarea infinita pero de cualquier manera yo no me considero otra cosa sino un lector y un espectador profesional.

SU GUSTO

POR EL CINE

-Tu afición por el cine te ha llevado a tener también una magnifica videoteca.

El escritor, Paquita La del Barrio y Daniela Romo

-Si, y es obsesiva. Digamos que si no tengo una película sufro. No importa que pueda verla. Ese criterio ya me parece secundario. Lo que necesito es saber que puedo verla cuando quiero. Si a las cuatro de la mañana necesito  ver una película de Orson Wells,  allí está. Por cierto, hay una que no consigo y no se consigue: Campanas de media noche. Se me ha vuelto una obsesión, la busco en todas partes; mi imagen del abandono y la desposesión es no tener esa película. Hay dos escenas que recuerdo muy bien de Wells: una con Margaret Rutherford y otra con Jeannen Moreau que me parecen notabilísimas. Y la misma idea de Wells como Falstaff y de esta rotundidad de Wells de la etapa final al servicio de ese cortesano falso, grotesco, irónico, rapaz, sentimental y lucido que es Falstaff, a mi me conmueve muchísimo y no tengo la película. Mi vida no se completa. Yo procedo a base de apetitos vitales y uno de ellos es de pronto un libro o una película.