De grandes pensadores


Porfirio Muñoz Ledo
  • Famosas frases de políticos de todo el orbe, algunas son impublicables.
  • “Se puede pasar a la historia sin tener poder”, afirmó Porfirio Muñoz Ledo.
  • El que al mundo vino. Y no toma vino. Entonces a que carajos vino: Fecal.
  • “Y yo, por qué. Pregunten al nobel José Luis Borguéz”. Vicente Fox Quesada.
  • “Bienaventurados los jóvenes, ellos heredarán la deuda nacional”: H. Hoover
  • H. Cortés quería que el Templo Mayor de Tenochtitlan se dedicara a la virgen.
  • Sobre sus restos fue edificada la Catedral Metropolitana de la Cd. de México.
  • Brillante exposición sobre el tema a cargo del antropólogo Eduardo Matos M.

Reportajes Metropolitanos

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Con todo el alboroto que ha rodeado a la política durante las últimas 3 a 4 décadas, se ha convertido en una tarea difícil decir qué palabras de los políticos vale la pena escuchar y cuáles deben ser encerradas en un ataúd.

Al igual que de algunos comunicadores.

Felipe Calderón Hinojosa

Sin embargo, en medio de todas las falsas promesas e ideales sin sentido aún conservamos algunas líneas que se destacan como oro absoluto, en la política y en otros campos. Como este:

Don Porfirio Muñoz Ledo –quítale el don, Ravelo, nos diría—la pronunció ayer, al renunciar a la presidencia de la Cámara de Diputados:

“Se puede pasar a la historia sin tener poder”.

Digno contraste de otros dos, ahora también expresidentes:

“El que al mundo vino. Y no toma vino. Entonces a que carajos vino”: Fecal.

“Y yo, por qué. Pregunten al nobel José Luis Borguéz”. Chente.

La risa no cesa por el consejo a los del PRI que en 2019 llegó a los noventa años el 4 de marzo, y que lo hace público el libro “Desastre” de Roberto Rock, página 224:

“Todo ser que llegue a los noventa años: debe disponerse a morir con la mayor dignidad”.

Ay nanita, diría el colega Ricardo Solís y los nonagenarios.

De otros serios:

Abraham Lincoln en su carta, fechada el 18 de julio de 1864, el penúltimo año de su presidencia, a su elegido Secretario de Defensa, Edward Stanton, el hombre que cambió la nación reveló sus verdaderos sentimientos sobre el trabajo duro, así:

“Mi padre me enseñó a trabajar; no me enseñó a amarlo «.

Vicente Fox Quesada

Herbert Hoover En 1936, unos años después del final de su presidencia, se dirigió a la Conferencia Republicana en Lincoln, Nebraska. Tuvo un momento de claridad con respecto a la economía y compartió con nosotros algunas palabras sabias.

«Bienaventurados los jóvenes, porque ellos heredarán la deuda nacional». Palabras que siguen siendo ciertas hoy en día.

Suponemos que el ex presidente Bill Clinton compartió una opinión similar con muchos otros residentes de 1600 Pennsylvania Avenue, porque una vez dijo:

«No sé si es la mejor vivienda pública en Estados Unidos o la joya de la corona del sistema penitenciario». Cierto, compartimos, una gran ironía.

En una entrevista con el presidente número 41 de los Estados Unidos, George HW Bush y Bárbara Bush, se le preguntó a la primera dama si aún pensaba que su esposo era el hombre más guapo de los últimos 50 años. Ella respondió de manera rápida y honesta.

«Sí. Pero mi vista ya no es lo que era». Lo único que su esposo pudo decir en respuesta fue: «Golly».

Mientras explicaba su profesión durante una entrevista con The Washington Post el 12 de noviembre de 1967, el senador de Minnesota Eugene McCarthy encontró que la mejor manera de describirlo era con una analogía.

“Estar en la política es como ser un entrenador de fútbol. Tienes que ser lo suficientemente inteligente como para entender el juego y lo suficientemente tonto como para pensar que es importante».

No es el mejor cumplido para los entrenadores de fútbol, pero sí preciso.

Luego les platicamos de otros cinco. También ajenos. A los nuestros

Templo Mayor en la capital del país

DEL TEMPLO MAYOR

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Sobre la historia de México continúa su plática la historiadora doña Norma Vázquez.

Cortés quería que el Templo Mayor fuera dedicado a la Virgen.

Según lo que explica en 1913, el antropólogo Manuel Gamio encontró unos metros al oriente de la catedral metropolitana de la Ciudad de México, una esquina de lo que fue el Templo Mayor de los mexicas antes de su derrota militar frente a los invasores españoles.

Hasta ese año se desconocía la ubicación del edificio prehispánico.

Sin embargo, tuvieron que pasar varias décadas para poder sacarlo con todas sus ofrendas y todo el pensamiento encerrado en sus estructuras, y así recuperar lo que era esa otra vertiente del México de hoy: el pasado prehispánico, tan rico en toda una serie de presencias y características.

Tales conceptos fueron expresados por el maestro en ciencias arqueológicas Eduardo Matos Moctezuma, durante su intervención en el ciclo de conferencias ‘En torno a la Conquista’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM).

Recordemos, puntualizó el experto, que en un momento dado Hernán Cortés, acompañado del tlatoani Moctezuma, subió al Templo Mayor, donde pretendía o por lo menos sugería que debería ponerse una imagen de la virgen. De inmediato los sacerdotes mexicas le dijeron que no, que ahí estaban sus dioses, los cuales habían sido benévolos y no permitieron que pusiera nada. En esta primera escaramuza ideológica Cortés no tuvo éxito, pero la idea siguió latente.

El Templo Mayor tenía siete etapas de agrandamiento y la última fue la que vieron y demolieron los españoles. Lo que apareció arqueológicamente de esta etapa, fue sólo la huella de donde se alzaba el edificio y escasos vestigios del lado norte, pero prácticamente fue arrasado hasta los cimientos como parte de la lucha militar e ideológica.

Afortunadamente, precisó el maestro Matos Moctezuma, las seis etapas anteriores estaban más protegidas y, aunque fueron mutiladas en sus partes superiores, se conservan los elementos de las escalinatas superpuestas, porque se levantaba un templo y luego cuando quería agrandarse se rellenaba para hacer la ampliación por los cuatro lados. De esa manera, el edificio crecía en tamaño.

Ahí se encontró el gran piso de la etapa seis, la previa a la llegada de los españoles con el gobierno de Ahuízotl; estaban las diferentes lajas que conformaban el piso de la gran plaza del centro ceremonial, así como el cuerpo del Templo Mayor y adentro se hallaron otras etapas, apuntó el arqueólogo. “Según hemos podido detectar, (cada etapa) más o menos correspondía a cada tlatoani que quería quedar bien con los dioses y con el pueblo”, relató.

La etapa más antigua corresponde al año 1390. En ella “fueron encontrados pedazos de los dos adoratorios de la parte alta, uno dedicado a Huitzilopochtli, con urnas funerarias seguramente de personajes muy importantes del imperio, y enfrente del adoratorio la piedra de sacrificios, porque era el lado de la muerte, del sacrificio, del dios solar y de la guerra; el otro era para Tláloc, ahí se halló un chac mool enfrente de la puerta del adoratorio, escultura que conservó los pigmentos de los colores originales”, dijo Matos.

En la etapa tres, correspondiente más o menos a 1430, fueron localizadas unas esculturas reclinadas sobre la escalinata del lado de Huitzilopochtli; en la etapa cuatro se hallaron unas enormes cabezas de serpientes de unos seis o siete metros de extensión y todavía guardan su policromía en algunos casos, además del altar de las ranas en el lado de Tláloc.

“En este momento se nota que hay mayor riqueza de expresión en la arquitectura, la escultura y los acabados”, consideró.

Esculturas en el Museo de sitio del Templo Mayor

ÁREA DE MICTLAN O DE LA MUERTE

Ya en la etapa seis, más o menos del año 1500, vemos un adoratorio con cráneos esculpidos con estuco que los recubre y está al norte porque era el Mictlán, el área de la muerte, del frio, del cuchillo de sacrificio. En todos estos hallazgos hay una lógica de lo que era su cosmovisión, su concepción misma del universo, expuso Matos Moctezuma, quien fue director del Proyecto Templo Mayor y del museo de sitio de esa zona.

A esa etapa pertenecen los llamados templos rojos, uno al norte y otro al sur del Templo Mayor, cuyos colores muy vivos, rojos, blancos, negros, aún se conservan; asimismo el recinto de los caballeros águila, donde pueden verse banquetas policromadas que servían para determinadas ceremonias, pero sobre todo cuando entronizaban a un nuevo tlatoani.

Cuando se hicieron trabajos para evitar el resquebrajamiento de la catedral -explicó el conferencista-, los ingenieros decidieron abrir grandes pozos y se encontraron vestigios arqueológicos: había un juego de pelota y tres edificios debajo de la entrada de la catedral, que era lo que provocaba el deterioro del templo católico.

Las excavaciones continuaron y en pleno siglo XXI hubo un hallazgo excepcional. En octubre de 2006, frente a la escalinata de la etapa seis apareció Tlaltecuhtli, una escultura monumental, una de las más grandes encontradas ya que tiene cerca de cuatro metros por lado, que representa a la diosa de la tierra, cuya función era devorar los cadáveres y después parirlos para que fueran a su destino.

En 2011 se encontró un edificio circular identificado como el templo de Cuauchicalco, un lugar de enterramiento de tlatoanis; es un edificio muy importante por el significado y está exactamente frente al templo, añadió el ponente.

Eduardo Matos recibió doctorado Honoris Causa por la UNAM

Hace 500 años la conquista de México representó la lucha y el encuentro entre dos maneras muy diferentes de pensamiento: el occidental que provenía de Europa y el del mundo mesoamericano, pero también de dos formas de expresión económica, política y religiosa.

El resultado de aquello es el México de hoy, concluye doña Norma.

MEJOR HISTORIA QUE POLÍTICA

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Hace más de medio siglo. Mejor la historia que política. Pero insistimos: No te arrepientas.

La historiadora doña Norma Vázquez Alanís nos platica y nosotros, con humildad, compartimos, con copia a la SEP, para que allá también se sepa.

Ojalá.

La destrucción del Templo Mayor a manos de los propios mexicas, obligados por los españoles hace 500 años, fue parte de la otra conquista, la ideológico-religiosa que llevaron a cabo los frailes a través de la evangelización, es decir, la imposición de la religión católica.

El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma dijo lo anterior en la conferencia ‘La destrucción del Templo Mayor’, con la que participó en el ciclo ‘En torno a la Conquista’ organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM) de la Fundación Carlos Slim.

Tlaltecuhtli

PARA ANIQUILAR EL TEMPLO MAYOR

Era natural, explicó el especialista, que quisieran acabar con el Templo Mayor de Tenochtitlan, donde había toda una concepción del universo en estos pueblos prehispánicos que se expresaba a través de las ofrendas a sus dioses; además era el lugar por donde simbólicamente se podía subir a los niveles celestes o bajar al inframundo, y de él partían los cuatro rumbos del universo, de manera que ese edificio tenía una enorme carga de sacralidad.

De acuerdo con sus fundamentos ideológico-religiosos, los españoles consideraban que aquello era obra del demonio y había que derribarlo, de manera que debía ser arrasada esa masa arquitectónica que, cuando los conquistadores llegaron, tenía alrededor de 45 metros de alto y 82 metros por lado.

En Tenochtitlan había un espacio sagrado que era el gran recinto, el centro ceremonial, es decir, el lugar de habitación de los dioses y en este sitio estaba el Templo Mayor. En total existían 78 edificios sagrados, según relata fray Bernardino de Sahagún, pero el principal era el Templo Mayor donde se veneraba a dos deidades importantísimas: Tlaloc, el dios de la producción agrícola, y Huitzilopochtli, el dios solar y de la guerra, comentó Matos

Moctezuma, quien es maestro en Ciencias Antropológicas con especialidad en Arqueología, por la Escuela Nacional de Antropología e Historia del INAH y por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Los españoles primero tenían que consolidar la conquista militar para que luego viniera la ideológica, señaló el conferenciante, de suerte que después del triunfo por las armas en Tlatelolco, último reducto de la resistencia mexica, y la captura de Cuauhtémoc, todo el aparato ideológico reflejado en la Iglesia tenía que cumplir su misión de evangelizar, y uno de los aspectos importantes de esa tarea era obviamente desterrar por completo el pensamiento ancestral del mundo indígena, a fin de introducir el de los cristianos. “¿Cuál fue el resultado?, pues la destrucción de los templos a manos de los mismos indígenas conquistados”, apuntó Matos Moctezuma.

Aun cuando todo esto fue motivado por la necesidad de imponer un nuevo pensamiento, una nueva religión, los indígenas siguieron adorando a sus antiguos dioses junto a las imágenes cristianas; era una forma de resistencia hacia el nuevo orden peninsular, dijo el arqueólogo, quien tiene dos doctorados Honoris Causa, uno de la University of Colorado y otro de la UNAM.

Y se logró devastar el Templo Mayor a tal grado, agregó el conferencista, que a principios del siglo XX no se sabía con exactitud dónde había estado, porque la séptima etapa fue arrasada totalmente. Fue en 1913 cuando el antropólogo Manuel Gamio encontró una esquina de lo que era ese templo mexica y entonces se pudo determinar cuál era la ubicación exacta. Y a quien dedicarlo.

Nos dice doña Norma luego se los narro. Hay tiempo.

craveloygalindo@gmail.com