Columbia 1968: algunos recuerdos personales


Mark Rudd, presidente de Students for Democratic Society, habla con periodistas

Inmanuel Wallerstein/La Jornada

El 23 de abril  de 2018 marca el 50 aniversario del levantamiento estudiantil en la Universidad de Columbia, en 1968. Dado que estuve involucrado en los eventos, en varias capacidades, quiero ofrecer un testimonio de lo que ocurrió y de lo que hoy me parece son las lecciones más importantes que podemos extraer.

El primero de mayo es una fecha famosa. Es el día del Trabajo, que celebra los motines de Haymarket, en Chicago, en 1886, y es la fecha que celebra los eventos mundiales de 1968 que muchos comentaristas arguyen que comenzó en Francia. Pero Columbia se adelantó a París por una semana como le recuerdo con frecuencia a mis amigos franceses, y es una mejor fecha para comenzar las celebraciones.

Una de las destacadas lecciones de Columbia es lo espontáneo que fue el levantamiento. Sabemos ahora que poco antes de que comenzara, los líderes de Students for a Democratic Society (SDS) sintieron que era virtualmente imposible convocar y mantener el respaldo estudiantil a sus objetivos.

SDS había enlistado seis demandas. Había dos de ellas que eran cruciales: la primera es que Columbia debía retirar su afiliación con el Institute for Defense Analyses (instituto de análisis de defensa) que era uno de los pilares del involucramiento de Estados Unidos en Vietnam. La segunda es que Columbia debía cesar la construcción de un nuevo gimnasio en Morningside Park, por considerarse que con éste Columbia expulsaba a la comunidad negra de Harlem de una tierra que por derecho les pertenecía.

Todo comenzó a mediodía, en un sitio tradicional para los discursos en Columbia. Hubo oradores del SDS y de la Student Afro-American Society (SAS). Ahí expresaron una vez más las seis demandas. En cierto punto el grupo decidió marchar sobre la biblioteca Low, donde se situaba la administración de la universidad. Como la hallaron cerrada cuando arribaron, algún individuo gritó que deberían encaminarse al gimnasio. No sabemos siquiera quién gritó, pero todo mundo fue al sitio donde se hallaba el gimnasio.

Universidad de Columbia en 1968

Como encontraron que el sitio estaba protegido por la policía, el grupo decidió ir a Hamilton Hall, el centro de las actividades del Columbia College. Intentaron llegar a la oficina del decano. Como también la encontraron cerrada con llave, el grupo simplemente se sentó y le pidió a quienes no participaban que abandonaran el edificio. Esto fue definido por la administración como tomar al decano como rehén. Y así comenzó el levantamiento.

Lo que siguió fue una reunión de los profesores de Columbia College. Debatieron qué hacer: ¿llamar a la policía?, ¿negociar? Los estudiantes liberaron al decano, que por lo demás decidió quedarse. La indecisión cundía por todas partes. En la noche, los estudiantes del SAS pidieron a los estudiantes del SDS que abandonaran Hamilton Hall y tomaran su propio edificio, lo cual hicieron –de hecho, tomaron cuatro.

Alguien me telefoneó aquella noche y me sugirió que fuera al campus de inmediato. Ahí me encontré con varios profesores muy inseguros de lo que había que hacer. Decidimos reunirnos en el Philosophy Hall, que tenía buen espacio. El supervisor del Hall estaba muy opuesto a eso, pero no pudo hacer nada. En efecto, los profesores habían tomado Philosophy Hall. No obstante, permitieron que cualquiera entrara. Los profesores se constituyeron a sí mismos como el grupo facultativo ad hoc (AHFG, por sus siglas en inglés) y comenzaron a reunirse continuamente. Se eligió a un comité ejecutivo, pienso que lo formaban unas 17 personas. Yo fui una de ellas.

Esto nos trae a mi segunda lección importante. La gente de SAS había expulsado a los del SDS de Hamilton Hall, porque los del SDS eran indisciplinados. Amigos, ¡eran muy indisciplinados! En contraste, la gente del SAS era increíblemente apegada a una disciplina firme. En retrospectiva, resulta que el SAS fue mucho más importante en transformar la universidad y la más amplia situación estadunidense que el SDS, aunque en ese momento nadie parecía entenderlo.

Varios funcionarios de Harlem se ofrecieron como mediadores en Columbia, aunque las autoridades de la universidad eran renuentes. Al mismo tiempo, el AHFG había votado el envío de emisarios para discutir con SDS y SAS sus demandas. A mí me pidieron ser uno de los que discutieran con SAS. Otros fueron a hablar con SDS.

Fui a ver a David Truman, el vicerector de Columbia, y le pregunté si a él le parecía bien que yo jugara ese papel. A él le encantó, viendo que esto era una forma de sacar de la jugada a los políticos de Harlem. SAS aceptó también que yo jugara este papel, a condición de que discutiera los asuntos sólo con un grupo de cuatro personas que ellos constituyeron.

Así fui y vine de Hamilton Hall varias ocasiones y se me permitió hablar sólo con el grupo de cuatro personas. Cada vez que hablamos lo hicimos en un lenguaje indirecto, codificado. No puedo decir que podía informar al AHFG de algún cambio significativo en su postura. SAS parecía deseoso de mantener el contacto, pero eso era todo. Por lo menos me fue mejor que los que fueron con SDS que reportaban un estancamiento total.

Escenas de hace cinco décadas

Tras siete días o algo así, la administración de Columbia decidió llamar a la policía. David Truman vino a una reunión del AHFG a decirnos lo que iba a hacer. Sólo nos informó. No lo discutió con nosotros. Varios profesores tomamos decisiones personales. Algunos decidieron rodear la entrada a los edificios ocupados. La mayoría de ellos rodearon Fayerweather, el edificio ocupado por los graduados. Un grupo más pequeño, en donde yo estuve, decidió rodear Hamilton Hall.

Y esa fue mi última sorpresa. Cuando la policía llegó donde yo estaba, gentilmente saludaron con la cabeza y siguieron de largo. El grupo que rodeaba Fayerweather fue tratado bastante diferente. Fueron golpeados, algunos seriamente, como también lo fueron los estudiantes que ocupaban el edificio. Luego supimos que SAS había hecho un trato con la policía. Se iban a ir en silencio por la puerta trasera, y entonces no serían arrestados. Es por eso que a los que rodeábamos Hamilton nos trataron con gentileza.

Mi conclusión es que quien ganó de verdad en los acontecimientos de Columbia fue la gente de SAS. La administración de Columbia quedó devastada y David Truman nunca llegó a rector como había esperado antes de esto. SDS se fragmentó y destruyó. Los políticos de Harlem perdieron autoridad. Y SAS mostró poder y disciplina. SAS logró algo pero, por supuesto, únicamente como parte de una larga y continuada lucha contra el racismo en Estados Unidos.

En cuanto a 1968, como un todo, he escrito en muchas ocasiones y no tengo espacio para repetir aquí el argumento. En una frase, lo que ocurrió fue el fin de la dominación geocultural de un liberalismo centrista y la reapertura de una lucha de tres vías entre la Izquierda Global y la Derecha Global, con el liberalismo centrista batallando por mantener algún apoyo como alternativa real.

Traducción: Ramón Vera-Herrera

© Immanuel Wallerstein