Ciro Bustos, el lugarteniente del Che


Ernesto Che Guevara y Jorge Masetti

José Steinsleger/2a. parte/La Jornada

Confirmó el ejército de Bolivia el fin de Guevara. La muerte de Ernesto Guevara fue confirmada oficialmente en Bolivia. A ocho y seis columnas en primera plana, así titularon La Razón La Nación de Buenos Aires, y con larguísimos textos de letras diminutas, la noticia que en los días siguientes pegaría varias veces la vuelta al mundo (10/11 de octubre de 1967).

Medio siglo después, con 25 kilos de más en la mochila, el articulista revisa aquellos periódicos que guardó en su incipiente archivo, atesorándolos cual acta de nacimiento. Y también, de compromiso con los ideales de aquella muerte anunciada.

Así pensaba El Pelao Ciro Bustos (1932-2017), hombre clave del Che en los intentos guerrilleros de Argentina y Bolivia, durante el decenio de 1960. Pero cuando a mediados de 1987 pregunté al comandante Barbarroja (Manuel Piñeiro Losada, 1933-98) por qué Cuba guardaba silencio frente al cuasi heroico mutismo voluntario del Pelao, respondió que se trataba de un asunto que convenía no menealo.

Finalmente, en vísperas del cuadragésimo año del asesinato del Che, el Pelao rompió el silencio El Che quiere verte (Ed. Javier Vergara, 2007), un libro digno, crítico y doloroso. Entonces, el asunto volvió a menearse, y la bola de mierda(Bustos, dixit) que tirios y troyanos dejaron rodar y acrecentar 30 años (Ciro Bustos, el Judas del Che), empezó a disolverse poco a poco.

A pesar de ello, y a juzgar por los homenajes tributados al Che a 50 años de su asesinato (así como la miríada de artículos y ensayos que sugieren “ser como el Che”, anteponiendo la ética por sobre todas las cosas), parecería que todavía no hay orientación para que dicha bola acabe de disolverse. Retomemos la historia.

En marzo de 1958, el argentino Jorge Masetti, militante del nacionalismo católico y periodista de Radio El Mundo, de Buenos Aires, consiguió entrevistar a Fidel en la Sierra Maestra. Difundida a través de la precaria planta transmisora del Ejército Rebelde. Por primera vez, la voz de Fidel habló en directo al pueblo.

Manuel Piñeiro Losada

Retransmitida en Colombia y Venezuela, la entrevista no pudo oírse en Buenos Aires. Entonces, Masetti hizo lo que Rodolfo Walsh calificaría de hazaña de periodismo latinoamericano: vuelve a la Sierra Maestra y realiza todo el trabajo de nuevo. Ciro Bustos la oye en San Rafael (provincia de Mendoza), y siente que sus inquietudes políticas (así como las de Masetti) han pegado un golpe de timón.

El 15 de abril de 1961 (día del ataque aéreo yanqui a La Habana y preámbulo de la invasión mercenaria dos días después), Ciro deja Mendoza y llega a Cuba tras un viaje azaroso. Allí, consigue trabajo para montar una pequeña fábrica artesanal de cerámica en Holguín, ciudad de la costa norte de la provincia de Oriente, cuna de la revolución.

Luego, Bustos dicta clases en la Facultad de Arte de Santiago de Cuba, donde se hace amigo de Alberto Granados, médico patólogo y compañero del Che en sus viajes en motocicleta por América del Sur. Granados le presenta al Che, quien lo incorpora a su equipo, integrado por hombres de absoluta lealtad. Masetti, entre ellos.

Un año después, Ciro ya es El Pelao y empieza a recibir entrenamiento militar con el grupo de 30 guerrilleros que entrarán en Argentina bajo el mando de Jorge Masetti, el comandante Segundo, hasta la llegada del Che. En el grupo, están oficiales de la Sierra, como el joven Abelardo Colomé Ibarra ( Furry), jefe de la policía revolucionaria de La Habana. Con el tiempo, Furry llegará a ser el general de más alto rango y más condecoraciones ganadas en combate. En 1976, será el comandante de las tropas cubanas que en número de 15 mil voluntarios arribaron a Angola, y en 1989 ministro del Interior.

Abelardo ColomÈ Ibarra ( Furry)

Masetti encarga a Bustos estudiar la provincia argentina de Salta, un territorio de 40 mil kilómetros cuadrados, mayor que Sierra Maestra y toda la provincia cubana de Oriente, y que duplica la extensión de El Salvador. Furry queda a cargo de la retaguardia en la frontera argentino-boliviana, y Ciro como enlace con los grupos urbanos de apoyo. Y en dos ocasiones de alto riesgo, en una calle de la ciudad de Salta y al vadear un río en el monte, tendrá que atender a Furry, quien padece de epilepsia.

En septiembre de 1963, a miles de kilómetros de las urbes más pobladas, el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) se pone en marcha. Pero “en seis meses de camino –cuenta Ciro– encontramos una sola familia, difícilmente catalogable de ‘campesina’ y aun de ‘pobres campesinos’”.

No sólo eso. En abril de 1964, creyendo que se trataba de una de las tantas bandas de contrabandistas que circulan en la zona, la Gendarmería Nacional se adueña del terreno. Sin disparar un tiro, Masetti desaparece en la selva para siempre y algunos guerrilleros son detenidos, enjuiciados y sentenciados.

Ciro consiguió salvarse gracias a las redes urbanas tejidas en distintas ciudades del país, Córdoba en particular. Y allí, el grupo Pasado y Presente (José Aricó, Oscar del Barco, Héctor Schmucler, Juan Carlos Portantiero y otros intelectuales que abandonaron el Partido Comunista) le hace ver que todo movimiento revolucionario que en Argentina prescinda del peronismo, tendrá la suerte echada de antemano.

Portada del periódico argentino El Clarín anunciando la muerte de El Che