A la mitad del foro: Los fifís y el mal uso del adjetivo “populista”


Germán Martínez Cázares

León García Soler

Nadie pone en duda las buenas intenciones de López Obrador ni la fe inmarcesible en las virtudes teologales de la austeridad. El hombre de la honestidad valiente y otros datos guardados en caso de cualquier duda, usa con frecuencia los proverbios populares, sin miedo a los fifíes que insisten en el mal uso del calificativo “populista”. Y sabe que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”.

Cierto. En mala hora llegó lo que el diario español llamó la primera crisis de su gobierno. Pero la carta de renuncia del alambrista de sello azul, contenía halagos abundantes a la obra transformadora en su cuarta fase. Así como al conductor inflexible que ha abierto las puertas del cielo. Y Andrés Manuel tuvo a flor de labio la respuesta mayestática: Está en su derecho irse; y a mí me sobran hombres buenos y experimentados con quién sustituirlo al frente del IMSS. Y ahí se desvío el flujo del río que acabó por salirse de madre. Nadie parecía acordarse de que el Seguro Social es una institución tripartita cuyos fondos son intocables por Hacienda; son aportados por los trabajadores, los patrones y, con un modesto 22% por el gobierno de la República.

Zoé Robledo

Ahí estaba la secretaría de Hacienda como blanco de las acusaciones de Martínez el que fuera dirigente nacional del PAN. Nada menos que el partido que surgiera para demoler las instituciones sociales del cardenismo; y en última instancia al mismísimo estado moderno mexicano surgido de la Revolución. Por ahí sembraría dudas en el calendario de la nueva era Zoé Robledo, chiapaneco de cuna priísta que dejó la subsecretaría de Gobernación para suplir al que se fue. Y para tratar de calmar la agitación de trabajadores, médicos, enfermeras y, sobre todo pacientes del agónico sistema público de Salud. Porque Joel Ayala, líder de la FSTSE, alzó la voz y anunció el alzamiento de los trabajadores del Estado. Contra la austeridad culpable de homicidio imprudencial si el recorte del gasto programable nos lleva a  topar con una crisis financiera como la de 1995.

Para eso está Hacienda. Una secretaría de utilidad ejemplar, siempre y cuando no dependa de caprichos de Palacio, como sucedió en el sexenio de Luis Echeverría, quien declaró solemnemente que “La economía se maneja desde Los Pinos”. Allá, donde ahora habrá un parque superior a los jardines de Versalles y los sans-culottes mexicanos gozarán el espectáculo de los excesos de la tierna oligarquía. Porque ahora Palacio Nacional es sede de la madrugadora acción del Ejecutivo que ahí decreta que la República es laica, pero no ha de ser intolerante: ¿Imperio de la Ley? No, de la visión del bien que combate y vence al mal a golpe de bendiciones.

De todas maneras, en Hacienda hay dos vertientes del orden austero en vías de franciscano. El del secretario Carlos Urzúa, serio y prudente, sujeto a su condición de secretario y no ministro, atento a la separación de poderes y a la monacal disciplina de la mayoría parlamentaria de Morena que frenó el punto de acuerdo sobre el epidémico asunto de los recortes en el sector Salud.  Y frente al espejo, la Oficial Mayor, Raquel Buenrostro, con férreo control sobre los recursos públicos. Ni un paso atrás. Cuando estallan las protestas por la falta de medicinas y los despidos de personal: Silencio en el norte de Palacio y en la sala dorada reproches al “hampa del periodismo (en la que) usa mucho la calumnia que cuando no mancha tizna”.

Raquel Buenrostro

La misma medicina a la misma hora. “Hay problemas de desabasto de medicamentos”, pero les diría que estaba peor antes. “Lo que pasa es que ahora con el plan de combatir la corrupción en la compra de medicinas, se está ventilando el asunto antes no se decía nada”, dijo Andrés Manuel López Obrador. El dilema está en cómo intervenir quirúrgicamente a un menor enfermo sin disponer de anestesia. Cómo llevar a cabo un trasplante de órganos, o atender a un enfermo de cáncer sin personal médico y los recursos elementales. O sin facultades para subcontratar especialistas en casos indispensables. No todo era peor antes de la nueva era.

Directores de nueve institutos médicos  presentaron en la Cámara de Diputados un documento que expone la “Postura de Institutos Nacionales de Salud ante recorte presupuestal”. Da grima. Uno: dichos institutos son producto de la labor del Estado y gozan de prestigio universal, así como de la confianza y el orgullo de los mexicanos que acuden a ellos o conocen su labor. Ahí, entre los quejosos por los recortes presupuestales y el congelamiento de recursos, aparecen los hospitales, los institutos de Nutrición y Ciencias Médicas. Neurología, Cardiología, Cancerología, Psiquiatría, Perinatología, Pediatría, Geriatría, y los hospitales Infantil de México, entre otros.

Del sistema de seguridad social pareció llegar oportunamente a la atención de aquel en el que se concentran los poderes, hoy como nunca, la opinión de Julio Frenk, ex secretario de Salud. El Presidente López Obrador anuncia ahora el proyecto de cambio de nuestro sistema por uno similar al de Canadá y Escandinavia. Así fuera simple proyecto, daríamos un paso adelante. Y sin temor a seguir la vía al infierno ratificada por Trump. Todo lo que signifique medicina pública para todos los ciudadanos, es comunismo. Eso dicen los ultra-reaccionarios amparados por el teatral gesticulador que insiste en pedir recursos para erigir el Muro en la frontera con México, porque nuestro gobierno nada más habla y no hace nada.

Y ahí no hay respuesta severa en defensa de la dignidad. Ahí se ha impuesto la diplomacia imperial que obliga al gobierno de la Cuarta Transformación a postular que primero debemos tener y conservar buenas relaciones con la Casa Blanca que hoy habita el tal Trump. Diplomacia que hace gala de costumbres palaciegas. El Canciller de la nueva era viaja a Washington a entrevistarse con el secretario de Estado Mike Pompeo y el antiguo director de la CIA cancela por segunda vez la entrevista con el secretario de Relaciones Exteriores del predicador de paz y amor. Hubo, le dijeron a Ebrard, un llamado urgente del Presidente Trump.

Joel Ayala

Y el amigo de sus amigos declaró a la presa mexicana que todo va bien con el Plan para México y Centroamérica que Ebrard iba a presentar a Pompeo. No asistió a la cita el secretario Mike Pompeo. Pero el secretario de Relaciones de acá de éste lado va a charlar con el yerno de Trump. Con el mismo que promovió con Luis Videgaray, el de Hacienda a la sazón, la recepción de Estado al entonces candidato a la Presidencia de los USA, Donald J. Trump. Acto por el cual pidieron su cabeza y la condena del presidente Peña Nieto por acelerada sumisión ante el de la Torre que soñaría con el Muro. Con el gran negociador que no puede acordar con el partido demócrata la inversión de dos trillones de dólares en la infraestructura que ofreció al imperio que se desmorona.

Así son las cosas del poder prestado. O en pago por favores recibidos. El canciller de la no intervención acude al intervencionismo vecino y se apoya en el yerno Kushner, citado a declarar ante el Congreso sobre el sucio asunto de la intervención rusa en el sistema electoral de la tierra de Jefferson y Lincoln. Y por segunda vez lo deja afuera Pompeo el del Departamento de Estado. Trump, cuya alianza busca el gobierno de la 4T, echa a los diputados demócratas de la Casa Blanca y anuncia que no habrá acuerdo alguno con el Congreso en tanto no den por concluida la investigación sobre el informe del fiscal especial Mueller.

Nadie será perseguido. Perdón para todos y nada de olvido. ¿Quién dijo que entre un país sin prensa libre y uno sin democracia preferiría al primero? Y eso que ya pasó el tiempo del reportero novel que le preguntó al veterano qué hacer, porque el jefe de prensa le había dado un sobre con billetes: “Si no te corrompe, agárralos, manito”, respondió el de la experiencia.